Con ocasión del referéndum sobre la independencia de Escocia, El Semanal Digital, Galicia Confidencial, Radio Galega, TVG y este blog acogieron con gran generosidad y plena libertad una decena de crónicas, más o menos heterodoxas, en las que procuré dar forma a reflexiones elaboradas con estudios y lecturas de muchos años. No faltó quien me tachara de independentista, que lo soy desde luego a mi manera, no vicaria de Mas ni de nadie, como también suele deslizarse en el debate o en la tertulia la insinuación sobre si voto a Perico o a Pindanga.
A quién vote este cronista carece de interés, no nos despistemos, como carecen siempre de rigor las falacias ad hominem. Últimamente, cada vez que opino sobre Cataluña me cae un diluvio de acusaciones como si uno fuera culpable de la muerte de la madre de Bambi y de todo lo que Artur Mas haya hecho o dicho en estos diez años. Respondo de mis palabras, que aporto no como verdades reveladas, sino como peldaños sobre los que tejer un diálogo compartido, incluso siendo erróneos. Esta es mi actitud constructiva porque, a diferencia del indolente Rajoy, me preocupa este país.
Por esta razón, porque me duele España y por sentido de la responsabilidad, viajaré los próximos días a Cataluña, como antes a Escocia, a convivir con catalanes y charnegos, a escuchar, a preguntar, tomar notas y aprender.
Lo de escuchar y distinguir las voces de los ecos es muy necesario, pues está el patio demasiado revuelto; pero no quiero añadir más ruido al barullo alimentado artificialmente. He escrito mis reflexiones previas, La saeta catalana, que por su extensión no caben en esta tribuna, pero las comparto con el lector interesado en este enlace. Rafael Sánchez Ferlosio escribió, entre muchas páginas imprescindibles, “cuando la flecha está en el arco, debe partir”, y el proverbio indio añade que “cuando la flecha está en el aire, nada puede modificar su trayectoria”.
La saeta catalana hace tiempo que está en el aire y el 9N hará diana en el corazón de un estado decimonónico, históricamente fallido, sin que ningún Gobierno perezoso o Tribunal Político Constitucional puedan modificar su trayectoria. La saeta del 9N hará diana en el corazón de un Estado con enfermedad multiorgánica, con un Gobierno al frente tan deteriorado en su dignidad que no está en condiciones de dar lecciones de ética a nadie.
Llevo en el bolsillo Dos visiones de España, los discursos de Ortega y Azaña en el debate del Estatuto catalán en 1932, con magnífico prólogo de Ridao, cuya lectura confirma el pronóstico de Ferlosio: “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”. A diferencia de quienes ningunean el 9N, creo que este domingo habrá urnas y votos (¡pacíficamente!, sin validez legal, por supuesto, tampoco el barómetro del CIS es vinculante) y que se avecina un tsunami político de largo alcance. El 9N no es la meta de llegada, sino uno de los puntos de partida de un proceso de deconstrucción del actual Estado y construcción de una Europa federal que lleva la independencia y la interdependencia en su ADN. Asuntos muy graves de los que convendría empezar a hablar sin una sola descalificación o insulto más.