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―Ya hemos reventado las costuras del planeta, solo cabe una cosa sensata: crecer menos, consumir menos, gastar menos

Sydney Pollack dirigió una película ambientada en la Gran Depresión americana, gente pobre, hambrienta y desesperada que se inscribe en un concurso de baile cuyo premio son 1500 dólares: They Shoot Horses, Don’t They? —literalmente: Disparan a los caballos, ¿no?—, traducida al castellano como Danzad, danzad, malditos.

“Cuando la gente es el último espectáculo”, decía el cartel del film con el rostro doliente de una joven Jane Fonda, cuya amargura retrata el fracaso del sueño dorado de la clase media americana, el American dream.

En los últimos cuatro años, el enloquecido Donald Trump volvió a  disparar a los caballos, prometiendo una American First! que solo sería posible convirtiendo al resto del mundo en los bailarines de Danzad, danzad, malditos. Todos bailando, hasta morir exhaustos, persiguiendo un premio inalcanzable, una sociedad del bienestar egoísta, ensimismada, encerrada en la seguridad inexpugnable de sus fronteras, muros y aeropuertos. American first, y que el mundo reviente.

Por fortuna, la avaricia de Trump —apoyada por millones de trumpistas insolidarios, en USA y en todo el mundo— se ha estrellado contra un muro de demócratas que no disparan a los caballos, ni a las ballenas.

El sueño americano fracasado —como el fracasado sueño español— se basa en un modo de vida y desarrollo económico que rinde culto al Dios del Petróleo. Un modelo basado en el despilfarro y el crecimiento (en apariencia, sin límites), que conduce a la locura del calentamiento global del Planeta como todos sabemos, excepto Trump.

O quizás Trump no sea el único que grita: “¡Gastad, gastad, malditos!”. Entre nosotros —en la España del COVID 20, convertida en un Gran Hermano global—, el mantra de la “Nueva Normalidad” es “¡Consumid, consumid, malditos!”; y el ruido aumenta de volumen a medida que la Navidad se acerca al Corte Inglés.

Que abran 24 horas al día los miles de bares —tal vez no todos sean necesarios o imprescindibles—; que regresen los 80 millones de turistas, que corra un manantial inagotable de cava y cerveza, y que esta nochevieja volvamos a bañarnos en el Cuerno de la Abundancia.

Después de ocho meses y dos confinamientos —con alto coste humano, en vidas y secuelas; en trastornos psicológicos, y acaso en felicidad— no escucho a las autoridades, ni en los telediarios, ninguna voz sensata que hable claro para decir: el Spanish dream se acabó. Olvídense de seguir sacando brillo a la tarjeta de crédito. Olvídense de la pulserita Todo incluido.

En el futuro no podremos consumir más, ni siquiera igual que el año pasado, ni habrá en 2021 unas navidades como las de 2019, ¡mentira!

No podemos ni debemos crecer más; ya hemos reventado las costuras del Planeta, y solo cabe una cosa sensata: crecer menos, consumir menos, gastar menos. Menos luz, menos agua, menos gasolina, menos energía de cualquier tipo, menos alimentos, menos basura, menos plástico, menos coches, menos humos, menos supermercados y también menos bares.

¡Dejad de disparar a los caballos! La nueva película de Jane Fonda —que la semana pasada compartió un video bailando para celebrar la derrota de Trump— debería titularse: ¡Decreced, decreced, malditos!

Como la sonrisa de Jane Fonda, la primavera avanza.