Llevo años convencido de que las encuestas electorales las hacen en sus jets privados los directores de periódicos, mientras le meten mano a la chica de la curva, y de repente recibo en el teléfono fijo −¿pero quién llama a un fijo a estas alturas?− la llamada de una empresa de estudios de opinión.
Una voz seria, amable, convincente: ¿dispone de unos minutos? La rueda de la fortuna ha seleccionado mi número entre millones: siento que me ha tocado la bonoloto y accedo a perder la virginidad demoscópica. Dígame.
Sí, estoy empadronado en el municipio; 58, autónomo; no tengo empleados a mi cargo. Sí, las elecciones del 26J me parecen “bastante importantes”. Luego me pide que valore de 0 a 10 a Pedro, Pablo, Mariano y Albert (por este orden): de 40 puntos en juego, reparto 18 points. Un líder máximo se lleva un cero patatero. ¿Votará usted seguro? Sí, votaré. ¿A quién? Exacto. Y por último, ¿qué pacto preferiría? Se lo digo sin rubor y la telefonista aún insiste por si no le ha quedado claro: ¿se considera usted muy de derechas, de derechas, de centro derecha, de centro, de centro izquierda, de izquierda o muy de izquierdas? ¡Caramba con los matices, cuánto rigor científico!
Hemos terminado. Nos damos las gracias con el cariño de quienes acaban de hacerlo por primera vez y nos citamos por Facebook: Pídeme amistad −susurra−, me llamo GESOP…
Con estas preguntas, el próximo fin de semana tendrán ustedes en portada una radiografía electoral niquelada.
Aún no repuesto de la emoción, suena el timbre y es un propio del ayuntamiento sin uniforme ni nada, ¡qué nostalgia del motorista del Pardo!, que me trae mi primer nombramiento para un cargo público desde que adquirí la mayoría de edad. Me han nombrado, también por azar, “Primer vocal suplente del Vocal Primero de la mesa electoral 01004”, con derecho a percibir 63€ de dieta por una jornada laboral obligatoria de 16 horas; y solo en caso de que falle el señor Vocal Primero. Ya saben ustedes lo que voy a hacer el domingo 26J en vez de ir a la playa: cumplir con los artículos 26 y 27 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, esa que reparte los escaños del Senado en packs de cuatro, como si fueran morcillas de Burgos.
Para culminar la tontuna, asisto a la misa dominical concelebrada en el Círculo de las Artes por Jordi Évole, Iglesias y Rivera, y escucho sus homilías arrodillado humildemente ante la mesa-altar. Sus respectivas cofradías repiten en Twitter el eco que suena cada vez más cansino, lejano, distante, vacío. Estoy a punto de llamar a GESOP y corregir mis votaciones: ¡Oiga, a ese señor que le di un 7, póngale usted un 3,5!
Me acuesto aterido: ¿era esto la democracia soñada? ¿Esta orfandad de ideas y de rigor, esta pesadilla? Solo Las noches de Ortega me acuna y me consuela.
Foto: tuit de @JosPastr
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