Nueve semanas y media, ¿recuerdan la película erótica más ñoña de todos los tiempos? La sensual Kim Bassinger encadenada por un psicópata, mientras Joe Cocker canta “quítatelo todo, menos el sombrero”. Pues estos días se estrena en Madrid, en el cine Congreso, la secuela Nueve investiduras y media, peor que el original: aunque se “joden” unos a otros todo el rato, al final hay poquito sexo.
Les cuento la trama sin revelar el desenlace. La cosa va de que en 1982 Felipe González tenía más de doscientos escaños y logró la investidura con 207 votos, incluidos los del PCE y CDS, y la abstención que no necesitaba de los veinte diputados de CIU y PNV. Cuatro años más tarde, en 1986, González repitió la investidura con 184 votos y la abstención del PNV.
Luego, en 1989, el líder del PSOE consiguió su tercera investidura con 176 votos y las abstenciones de CDS, PNV y CiU (37 votos en total). Por último, Felipe repitió por cuarta vez en 1993 con 181 votos: los del PSOE más los 17 convergentes y los 5 peneuvistas. Felipe el Seductor consiguió todas las investiduras, como Mickey Rourke, con geometría variable y a la primera.
Tras el “¡Váyase, señor González!”, y la voluptuosa escena de cama del Hotel Majestic (un trío erótico de alto voltaje: Miky Aznar, Arzallus y Pujol juntos en la intimidad), en 1986 llegó a la Moncloa Aznar con 156 escaños y los votos afirmativos de CiU, PNV y Coalición Canaria. Y repitió en el año 2000: el PP tenía 183 escaños propios y sumó 19 de catalanes y canarios, aunque Aznar, como Felipe en el 82 y en el 86, tampoco necesitaba su apoyo.
Zapatero sí los necesitó en 2004 y consiguió sumar 183 votos a la primera, incluidos una vez más los de vascos y catalanes. En el 2008, Zapatero revalidó la presidencia con 23 abstenciones de IU, CiU, PNV y BNG.
La crisis que liquidó los ocho años de Zapatero, llevó en volandas hasta la Moncloa al hereu digital de Aznar, don Mariano, que consiguió 186 escaños y fue presidente, a la primera, con la abstención de CIU, CC y ¡Amaiur! Y así fueron las nueve investiduras. Ahora viene la media…
Nueve investiduras consecutivas de cuatro presidentes, dos del PSOE y dos del PP, todas con el voto o la abstención de nacionalistas vascos y catalanes. En ningún caso el PSOE pidió los votos del PP, ni el PP los del PSOE: no lo hizo Felipe cuando se vio con 159 escaños, ni Aznar en el 96, ni Zapatero en el 2008, todos en franca minoría; entendieron que la oposición y la alternancia en el poder son esenciales en democracia.
Como se ve en la película, la aritmética parlamentaria de estas nueve legislaturas demuestra que, mande la derecha o la izquierda, no se puede gobernar España sin los nacionalismos vasco y catalán (el gallego apenas existe en Madrid; lo del mojo picón canario, aderezo de todos los guisos, está por ver que sea nacionalismo periférico). Es decir, es inviable la estabilidad de España ignorando o despreciando «la cuestión territorial». Esto ya se estudia en los colegios de la LOMCE.
Después de cuatro años de olímpicos desprecios constitucionales, recentralización, laminación del Estado de las Autonomías, acoso policial y judicial, en las últimas elecciones generales, el PP de Rajoy cosechó en Cataluña 462.000 votos (un pírrico 13% del censo catalán): tres millones de catalanes no votaron a Rajoy, de manera que algo estará haciendo mal en Cataluña para ser allí un partido residual.
En Euskadi, el PP sacó menos votos que los amigos de Otegi: 147.000, (otro pobre 12,8% de 1.156.000 votos): un millón de vascos y vascas tampoco votaron a Rajoy. “¡Oiga, algún problema tendrá usted!”, por decirlo al estilo Mariano.
Ahora vamos con la media investidura que pone fin a este penoso remake.
Desde que es presidente, Rajoy no ha sumado nada: solo ha restado. Devaluó al PP desde 186 escaños en 2011 a los 137 actuales: 49 escaños menos. Pasó de 10,8 millones de votos a 7,9: tres millones de votantes populares han vuelto la espalda a Rajoy dos veces seguidas en pocos meses. “¡Oiga, algún problema tendrá usted!”. Y gracias a su rodillo absolutista, ha perdido todos los apoyos parlamentarios: de 201 a los actuales 170, contando el flotador tan desesperado como inútil de Albert Rivera.
Lejos de rectificar, al final de Nueve investiduras y media Rajoy persevera en despreciar a cuatro millones de vascos y catalanes, ignorando el ejemplo de Felipe, Aznar y Zapatero: no se puede gobernar España sin contar con las dos comunidades más ricas, avanzadas y dinámicas del país; las más europeas. Si en Moncloa aún no se han enterado de que Cataluña y el País Vasco van tres cuerpos por delante de Castilla y León o Galicia en demografía, en políticas sociales, en industrialización, en memoria histórica, en inmigración, ¡y en todo!, es que los chicos de Soraya son ciegos y sordos.
Y así estamos, embarrados en esta media investidura, peor que medio polvo, con España bailando en pelotas, como Kim Bassinger, desnuda bajo el sombrero, atada y amordazada por un Mickey Rourke disfrazado de registrador de la propiedad.