¿Qué sonido hace la curuja? ¿Grita, brama, ulula, treme, crakea, cacarea? En el bosque cercano a mi casa vela una lechuza común, Tyto alba, como el grupo ecologista berciano. La oigo no todas las noches: a veces ulula un tenebroso uhhhhhhhhhhhhhhhhh; a veces chilla y el eco resuena a miedo; otras veces emite una especie de ladrido o gemido infantil. Siempre de negro y nocturno, el cuervo, el búho y la lechuza son personajes salidos de un cuento de Edgar Allan Poe, pájaros de mal agüero que anuncian dolor y desgracia.
Pero la lechuza es también símbolo de sabiduría, con que se adorna la diosa Atenea y es constante su presencia en la literatura, desde Aristóteles, que la menciona en su Metafísica. Poned “Atenea + lechuza” en Google y encontraréis cientos de imágenes y páginas. Esta de lechuza.org, web de documentación filosófica, me ha parecido interesante. Hay, sin embargo, una lechuza muy especial, La Curuja, que me visita de vez en cuando: vuela desde Noceda, en El Bierzo Alto, y no crakea ni ulula, cuenyea; cuenyea voces de ultratumba, memorias de trasmundos, ecoa la voz de Manuel Cuenya, contador de cuentos a la manera de Poe.
Viajes sin mapa
Manuel Cuenya es un sólido escritor berciano y, por tanto, universal, fotógrafo a tiempo parcial y profesor de cine, que dirige la revista cultural independiente La Curuja, embajadora de Noceda en el mundo mundial, donde comparten firma el veterano socialista Pepe Álvarez de Paz o Santiago Macías, león de la memoria histórica.
En 2008, Cuenya publicó Viajes sin mapa, una docena de itinerarios, desde El Cairo a París, pasando por La Habana, Roma, Cracovia o Marrakech que leí con sumo gusto de una sentada, porque comparto con el amigo Cuenya el gusto por la aventura, lo desconocido, las rutas de la seda, las ciudades de los muertos y las caravanas del desierto. “El mar es para limpiar el alma, la montaña para vaciar el espíritu y el desierto para encontrar el alma”, escribe en su visita a Ourzazate, la meca marroquí del cine, donde Bertolucci rodó El cielo protector.
Comparto con Manuel Cuenya la pasión por Canetti y Saramago, “el viajero no es turista, es viajero”; la devoción por Mestre en Roma, “mi Vaticano es la tumba de John Keats”; y la locura del cine. En realidad, el cine es la brújula que orienta sus doce viajes sin mapa; del plató del desierto a Cinecittá y de la escuela de La Habana a la ciudad de la luz. Sin embargo, su viaje más cinematográfico es Una temporada en Euro Disney, la estancia sórdida en Disneylandia de París que Cuenya describe sin complacencias: “En la casa Disney impera la ley del cretino. Un régimen militar, yanqui, jerárquico. Todos quieren mandar. Hay demasiados lameculos y mercenarios dando órdenes: debes afeitarte, tienes el nudo de la corbata torcido…”
Trasmundo: El Bierzo a la manera de Poe
Con el ligero y profundo bagaje de este y otros viajes, y con el espíritu de César Vallejo intacto (“yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave”), Manuel Cuenya se ha adentrado en la narrativa para sorprendernos con un libro de relatos, Trasmundo, editado en 2009 por el Instituto de Estudios Bercianos y que ahora publica eBooksBierzo en formato digital.
Fue el profesor y crítico ponferradino César Cabezas quien supo ver la huella de Allan Poe en los cuentos de Trasmundo: “Cuenya borda el monólogo interior, rítmico, obsesivo, provocador, intenso. Apréstese el lector a sentirse secuestrado durante el tiempo que dure la lectura de uno de sus relatos”. Siete micro relatos arriesgados, en palabras de Nuria Sánchez, siete narraciones de la memoria, no exactamente sobre El Bierzo, sino escritos en El Bierzo, en noches en las que el escritor oye ulular la lechuza y siente el parpadeo de los árboles, mil ojos abrasados en el crepitar de las llamas de encina, sombras que bajan envueltas en capotes y toquillas de lana, a compartir silencios y memorias, a la rueda rueda del filandón.
Trasmundo es Noceda, laderas de Gistredo y Catuote, Bierzo Alto, en estado puro. Delicioso el monólogo interior de Chano Cabarcós, Duende leonés, y trágico el final presentido e inevitable de Gertrudis Fabero. Cáustico y divertido, Manuel Cuenya muestra poca compasión por sus personajes: no lo salva, allá cuentas, amigos, es vuestra vida, condenados a limpiar las bacinillas de Rosaura y Veremundo. Demoledora la vida de Gurríspín en el colegio de Vega de Espinareda, Entre ánimas en pena, entre sotanosaurios de aliento fétido y pedagogía podrida, un guión para Almodóvar. “La vida no es cuento, aunque lo parezca”.
El vocabulario indígena de Cuenya es intenso y evocador, no en vano, es autor de la recopilación Vocabulario de Noceda. El lector berciano reconocerá en cada expresión un trozo de su infancia: billa, carballal, xanines, tamboritero, arremangada, misines, cuesco, aserrín, chifla, Mateguines, chiva, jato, escullimao, gorgüelo, hule, gotín…
Amigos y amigas de Borges en El Bierzo, os invito a sumergiros en la lectura intensa y dura de Trasmundo, en cuyo mundo Manuel Cuenya denuncia la peor de las miserias, la miseria moral: “Ahora entiendo por qué Miñona me dice que en algunos lugares de la provincia de León se vive como los asnos; un caserón aquél, el de Veremundo y Rosaura, hecho a base de tacañería y atraso, negligencia y oscurantismo, reflejo casi siempre de una realidad atarugada en el prado de la boñiga y la empanada mental, estrechez de miras, cegado entorno por el que transitan almas en pena -¿eran almas en pena o hijos de la guayaba?-, dolor que se resiente, ganas de reventar el muro que se interpone entre lo cotidiano vulgar y lo sublime sin interrupción, miseria vecinal, miseria de espíritu, que es la peor y más mezquina miseria, miseria que delinque.”
Para saber más:
Enlace a La Curuja y descarga en pdf
Blog de Manuel Cuenya
Noceda del Bierzo en la Wikipedia
Reseña de Trasmundo en Diario de León