Greenpeace denuncia el lavado de cara de grandes empresas que dicen una cosa y hacen otra
La ong Greenpeace acaba de publicar el informe “Haciendo trampas al clima”, según el cual “muchas de las grandes empresas españolas hacen trampas al clima, como BBVA, Campofrío, Ecoembes, Endesa, Iberia y un largo número de corporaciones que dicen una cosa y hacen otra”.
El catálogo de trampas y estafas detectadas por Greenpeace estremece: buenismo corporativo, apelar a la neutralidad ecológica que no cumplen, cambiar los nombres de las cosas, trucar la contabilidad de emisiones, comprar energía verde, plantar árboles como coartada; y la captura y almacenamiento de carbono, como hacen Energy y Repsol.
Todo esto es el llamado “greenwashing” (lavado verde de cara y culo, en traducción libre), es decir, comprar imagen con técnicas de lobby, publicidad y patrocinio, mientras se esconde la basura debajo de la alfombra, o se emiten dioxinas a los cuatro vientos.
Cada dos días, hay una empresa o un preboste que firma la declaración de emergencia climática con una mano y el pedido de sacos a una cementera tóxica con la otra. Luego, la cementera, la eléctrica, la gasista o la de los envases —todas ellas oligopolios con privilegios rancios y puertas giratorias bien engrasadas— pagan la cena de Navidad, la campaña electoral, la cuchipanda, el yate para las vacaciones del alcalde, el coto de caza o el meneo. Está pasando.
Pero, si nos ponemos serios, con el informe de Greenpeace sobre la mesa, ¿cuántos ayuntamientos y cuántas empresas cumplen sus obligaciones ecológicas? Reciclar ya no es una opción, es un deber. Reducir emisiones de CO2 tampoco es un capricho, sino una necesidad tan urgente como la vacuna COVID.
Ser neutro en emisiones de gases de efecto invernadero se consigue cuando se emite a la atmósfera la misma cantidad de gases de efecto invernadero que se retira por distintas vías. Ninguna de las empresas trileras denunciadas por Greenpeace es neutra.
Para esas empresas carbonizadas, Greenpeace propone condicionar las ayudas públicas y los rescates del Estado. Dicho de otro modo: ni un euro de subvención pública para quien siga produciendo emisiones de carbono, contaminando el aire o el subsuelo. Subvención cero —y penalización de emisiones y prácticas contaminantes— es el único lenguaje que entienden. Sin más excusas.
La primavera avanza.