Charles Lynch fue un plantador de Virginia que en 1780 encabezó un tribunal irregular para castigar a los lealistas durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Hasta aquí la Wikipedia. Aquel «linchamiento» no fue el primero de la Historia, pero ahí ha quedado bautizado para la posteridad con el nombre de quien se tomó la justicia por su mano. Desde entonces, hemos asistido a miles de linchamientos reales, en los que el populacho enardecido “ejecuta sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo”. Es una pena que el Diccionario de la RAE haya aceptado el anglicismo «linchar» y no hayamos sido capaces de crear nuestro genuino «fuenteovejunar».
Como entre nosotros hace tiempo que no se lincha a nadie, por fortuna, usaré el verbo fuenteovejunar para referirme al fusilamiento mediático de todo lo que se menee. Ha movido ficha Pedro Sánchez con Irene Lozano y a la hasta ahora ejemplar diputada, azote de la corrupción, le ha caído la del pulpo. Dan igual sus cuatro años de trabajo, el Espejito Público la convierte en la madrastra de Blancanieves Díez. Vales lo que vale tu último tuit y todo lo demás que hayas dicho o pensado podrá ser usado en tu contra en juicio sumarísimo ante los tribunales de la TV. Venga acompañado de Miquel Roca.
Quienes ocupan cargos públicos o aspiran a ello, solo deberían escribir tuits y facebooks, o hacer declaraciones a la alcachofa en presencia de su abogado. El pobre Rajoy –viéndole hacer las maletas, me inspira ternura– tuvo una vez aquella ocurrencia de la niña y le quedó para los restos “la niña de Rajoy” colgada como un lamparón. Al concejal Guillermo Zapata lo tienen crucificado por una estupidez que escribió en 2011 y a Irene Lozano la invitan a una tertulia mañanera y le dan garrotazos con declaraciones suyas sacadas de contexto. Hasta el bienamado cardenal Cañizares acaba de declararse “víctima de un linchamiento” por sus detritus sobre los refugiados.
La técnica es omitir el contexto, poner el foco sobre la pulla, multiplicarla mil veces y retorcer lo que sea hasta que sangre y diga lo que el desgraciado de turno no quiso decir. Nada valen los matices, las consideraciones: lo que importa es fuenteovejunar, fabricar un reo, un tonto de capirote al que pasear por las tertulias y darle estacazos dialécticos donde no caben la réplica ni el sosiego.
Es una y otra vez el ataque ad personam, un sofisma nauseabundo que convierte la conversación política (o de cualquier tipo) en escoria. Pablo Casado retuerce el chascarrillo para hacernos creer (¿nos toma por tontos?) que Pablo Iglesias y Albert Rivera son unos defraudadores, porque “alguna vez pagaron en negro”. “¡Acaban de declararlo ellos!”, descubre el renovador del PP, visionario. La sorpresa y lo indecente, por inverosímil, sería que alguien dijera que nunca jamás en su vida ha pagado al fontanero sin factura. Sería el hazmerreír.
La hipocresía es comparar un acto trivial, una falta menor en todo caso, que ni justifico ni disculpo, con cuentas en Suiza o con un saqueo sistemático de lo público para costear la sede de Génova. Eso es retorcer la realidad y fuenteovejunar al adversario con falsedades. Presiento que en los próximos sesenta días se avecinan muchos fuenteovejunas mediáticos. Un poco de morderse la lengua y respeto al adversario, no nos haría mal.
@ValentinCarrera
Ilustración: Blog Crudos
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