—Objetivo 2030 de la ONU: proteger los ecosistemas marinos y costeros de la contaminación terrestre y detener la acidificación de los océanos.
―ONU: “13 millones de hectáreas de bosque desaparecen cada año”.
— Las amenazas a la biodiversidad son claras: la insaciable industria pastera y maderera, los incendios, la invasión urbana.
En 1974, TVE comenzó a emitir El hombre y la tierra, la serie que más ha contribuido a la educación medioambiental de varias generaciones. En uno de los primeros capítulos, Prisioneros del bosque, Félix Rodríguez de la Fuente se refería al mito popular de una ardilla que en tiempos de Plinio o Estrabón podía recorrer España de punta a punta sin bajar de los árboles.
Félix, el amigo de los animales, lamentaba ya entonces, hace 44 años, la destrucción del bosque: “En tiempos históricos, España fue un paraíso forestal. Un águila imperial, la reina de las aves de nuestros bosques, hubiera podido sobrevolar la península ibérica sin dejar de sobrevolar un infinito manto verde. Hubiera viajado sobre pinares, sobre encinares, robledales, sobre bosques de coníferas, mediterráneos o caducifolios”.
Ítalo Calvino cuenta de otro modo la leyenda de la ardilla ―“Un mono que hubiera partido de Roma saltando de un árbol a otro podía llegar a España sin tocar el suelo”―, en El barón rampante, cuyo protagonista, Cosimo, se niega a bajar de una encina y añora un bosque desaparecido de higueras, cerezos, melocotoneros, membrillos, almendros, jóvenes perales, pródigos ciruelos, serbos, algarrobos, una morera o un añoso nogal, el olivar, acebos, plátanos, robles…
Podemos atribuir la destrucción de ese paraíso forestal que era España a la agricultura, al hacha o al fuego, a la Armada Invencible, a las repoblaciones iniciadas por Franco en 1938, o a las fábricas de celulosas que imponen el monocultivo y la eucaliptización de montes y bosques; pero si escuchamos de nuevo, con la misma frescura, la voz de Rodríguez de la Fuente, comprenderemos que la peor catástrofe ha sido la rotura del hábitat, la interrupción del ecosistema. Donde había una continuidad natural, quedan masas de bosque aislado, en las que la vida animal deviene imposible.
El ODS 15 de la ONU, “Promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y frenar la pérdida de la diversidad biológica” interpela a la sociedad que ha permitido la pérdida de ese paraíso forestal, la degradación de nuestros pulmones naturales.
“Los bosques ocupan el 30,75 de la superficie terrestre, albergan a más del 80% de todas las especies terrestres de animales, plantas e insectos y nos proporcionan seguridad alimentaria y refugio, son fundamentales para combatir el cambio climático, pues protegen la diversidad biológica y las viviendas de la población indígena”. Y permítanme añadir que indígenas somos todos, cada cual en su propia tierra devastada o colonizada.
A pesar de algunos esfuerzos por conservar y repoblar, la ONU afirma que “13 millones de hectáreas de bosque desaparecen cada año y la degradación persistente de las zonas áridas está provocando además la desertificación de 3600 millones de hectáreas”.
Las amenazas a la biodiversidad son claras: la insaciable industria pastera y maderera, los incendios ―ese negocio siniestro, ya sea en la Amazonía o en Galicia y Castilla y León―, la invasión urbana. Tal es la urgencia que las primeras Metas del ODS 15 no contemplan el horizonte del año 2030, sino que apremian a adoptar medidas de inmediato:
“Para 2020, velar por la conservación, el restablecimiento y el uso sostenible de los ecosistemas terrestres y los ecosistemas interiores de agua dulce y los servicios que proporcionan, en particular los bosques, los humedales, las montañas y las zonas áridas, en consonancia con las obligaciones contraídas en virtud de acuerdos internacionales”.
“Para 2020, promover la gestión sostenible de todos los tipos de bosques, poner fin a la deforestación, recuperar los bosques degradados e incrementar la forestación y la reforestación a nivel mundial”.
Estas metas no pueden ser retóricas, hasta el Papa Francisco ha urgido actuar tras el último incendio que arrasó los bosques amazónicos. Hay que detener y revertir el monocultivo de eucaliptos y pinos, el bosque como negocio privado: en Galicia ya hay Brigadas deseucaliptizadoras, de voluntarios, en dirección contraria a la política forestal de la Xunta de Galicia, o de plantaciones como las 69 hectáreas de eucaliptos en Palencia, permitida por la Junta de Castilla y León a la empresa Forestalia. Recordemos la tragedia de Portugal en 2018.
Políticas y políticos desertizadores, que nos hacen rehenes de un modelo industrial obsoleto, especulativo, mortal para la biodiversidad. El ODS 15 les muestra el camino de salida. Solo falta que la sociedad, usted y usted, y todos, escuche de nuevo el mensaje de Félix Rodríguez de la Fuente y despertemos de esta pesadilla.
—Alto Comisionado de España para la Agenda 2030.
—El salto diario: Galicia se destiñe: siete décadas de errores en la gestión forestal.
―ODS 15 DE LA ONU.
―The Lion’s Share.