―Gracias a todo el personal del Hospital del Bierzo por habernos sacado de la pandemia y hacer del Bierzo una referencia ejemplar
―Podemos vivir sin toros, sin fútbol y sin periodistas, pero no podremos sobrevivir sin sanitarios
No me gusta el periodismo catastrofista que en cada telediario anuncia un apocalipsis, dos plagas bíblicas y tres asesinatos, pero se olvida siempre de las buenas noticias. Es tan cierto que hay 3,5 millones de parados como que otros 19 millones cotizamos a la Seguridad Social: por suerte, el vaso está más lleno que vacío. La insistencia reaccionaria en las malas noticias no es casual: si algo ha perdido el periodismo es la inocencia.
Mi optimismo vital es contrario a todos esos jeremías que no perdonan un mal agüero. No debemos perder la ocasión de subrayar lo bueno, lo alegre, lo solidario, los aciertos; incluso las rectificaciones tras un error, porque errar es humano, y solo los capitanes a posteriori no se equivocan. Prefiero felicitar lo positivo, sin renunciar a la crítica; pero criticar no es insultar a quien piensa distinto, sino razonar, escuchar y aprender.
Con este ánimo positivo ―y con mucha alegría en el corazón― abrazo las buenas noticias de hoy, motivo de orgullo para todos los bercianos y bercianas: Tras 55 días ingresada, la última paciente de Covid-19 sale de la UCI del Hospital del Bierzo. Tras dos meses de intenso trabajo sanitario, El Bierzo pasa a la fase 2.
Que otros territorios sigan en fase 1, podrá ser cuestión de geografía y movilidad (El Bierzo no es Madrid Central); podrá ser gracias al Gobierno o a pesar del Gobierno ―yo escojo la primera opción, sin faltar a nadie―; o podrá ser cuestión de suerte. Pero ninguno de esos factores explica el éxito diferencial del Hospital del Bierzo, considerado entre los 15 mejores hospitales de España en la gestión de esta pandemia. Ha sido gracias al trabajo bien hecho y a la entrega del personal sanitario, que está allí dándolo todo. Sé de ese trabajo directamente ―me llama cada tres días― por el relato apasionado de mi hermano Tomás, el más auténtico.
Tomás González Carrera ―familiarmente Tomis o Tomasín―, lleva 44 años dedicado a la enfermería, toda una vida entregada al cuidado de los demás. Por sus manos ―a veces rudas, pero siempre cariñosas― han pasado miles de bercianos de todos los pueblos; ha pinchado los culos más ilustres de la ciudad; ha hecho miles de electrocardiogramas, radiografías, analíticas, y también aguantado muchas impertinencias ―siempre con buen ánimo―; todos le conocen y él conoce y saluda a todos, desde un corazón que rebosa bondad e inocencia. Ese es mi hermano Tomás. Durante esta crisis ha estado al pie del cañón en primera línea, la más peligrosa: Urgencias. Fue en Urgencias donde se paró el primer golpe que nos pilló desprevenidos y sin protección. Luego, el servicio de urgencias del Hospital del Bierzo fue pionero en poner una carpa exterior de triaje y en hacer tests en vehículos, e incluso en asesorar a otros hospitales.
Pero hay que situarse en el 1 de marzo pasado, cuando entra por urgencias un paciente ―procedente de Lombardía― con fiebre alta y dolores musculares… y acaba ingresado en la UCI. El desconcierto inicial, la sorpresa: aún no se hablaba de epis ni mascarillas. Como en otras epidemias, los sanitarios son la población más vulnerable, pero nunca les hemos visto dar un paso atrás ni rehuir su responsabilidad, aunque paguen cara su entrega. He sido testigo del trato profesional y humano que recibió mi padre en ese mismo Hospital del Bierzo hace pocos meses.
Esta pandemia ―que se ha llevado a 27.000 personas, incluido el primo Joaquín Díaz, triste desgracia― nos deja también alguna enseñanza: prudencia, empatía, humildad. No somos los reyes de la creación, sino una especie frágil, pero bastante inconsciente: parece que solo valoramos la salud cuando el virus ahoga. El Covid-19 nos invita a revisar las prioridades sociales: Los sanitarios, lo primero. Ni un solo recorte más, ni un solo enfermero, médica o científico que cobren menos que un torero o un notario. Podemos vivir sin toros, sin fútbol, sin notarios y sin periodistas, pero no podremos sobrevivir sin vosotros, los sanitarios.
Permitidme pues que, en agradecimiento a sus 44 años de entrega a los demás ―empezando por el cuidado de su propia familia―, dedique mi aplauso a mi hermano Tomis ―a la prima Gelines, 50 años entre quirófanos; ; al primo Tomás Vega González; y a mi ahijado Jorge Prieto, que continúa la vocación― y a todo el personal del Hospital del Bierzo: por habernos sacado de esta pandemia, por hacernos sentir seguros en vuestras manos; por hacer del Bierzo una referencia ejemplar; por trabajar sin llevar cuenta de las horas y los días extra (y sin que os los paguen); por renunciar a familia y vacaciones para estar a la cabecera de vuestros pacientes solitarios y cogerles la mano. Pudo haber sido mi mano ―la de cualquiera de nosotros― y sé, sabemos todos, que estaríais ahí, con un respirador y con una sonrisa.
En medio del ruido mediático y la furia que algunos irresponsables agitan, vosotros sois la buena noticia, la que merece portadas y telediarios. Y para vosotros es mi gratitud, mi admiración y mi respeto. Mi aplauso fraternal, agradecido y emocionado hoy es para Tomás González Carrera.
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