El Presidente de México, Emilio Peña Nieto, acompañado de su guapa esposa, Angélica Rivera [dueña de una mansión de 7 millones de dólares, pagada por la constructora del ferrocarril…], descienden la escalerilla del avión TP01 en el aeropuerto de Brisbane para asistir a la cumbre de Líderes del Mundo (G20). Impecable corbata, elegante peinado, el presidente y su esposa estrechan las manos que poco antes han saludado al presidente de China, Xi Jinping, compartiendo un “seminario de negocios”. Manos manchadas en sangre.
La imagen procede de un Nodo gubernamental y produce verdadero asco a quien aún conserve un poquito de dignidad y sentimientos. Los líderes del G20, Peña Nieto entre ellos, hacen negocios en Australia mientras en la pequeña aldea de Ayotzinapa, en el estado mexicano de Guerrero, cuarenta y tres familias lloran la desaparición de sus hijos.
Fue el pasado 26 de septiembre: la policía y el narcocártel Guerreros Unidos secuestraron 57 estudiantes de magisterio en Iguala. Cuatro días después aparecieron ilesos 14, pero los 43 restantes siguen desaparecidos. A falta de la identificación de los cadáveres, todo indica que fueron asesinados y calcinados en un basurero de Cocula. En su búsqueda han aparecido nueve fosas de asesinatos anteriores: el gobernador de Guerrero tarda un mes en dimitir, y el fallido Estado mexicano tarda mes y medio en detener al presunto inductor, el Alcalde de Iguala, territorio sin ley donde todo es miedo y silencio. Terror: 26.000 desaparecidos (reconocidos por el Gobierno federal de México) según el último informe de Amnistía Internacional.
El asesinato múltiple –“un caso único, de gravedad extrema”, según el Grupo de Desapariciones Forzadas de la ONU–, conmueve al mundo: cadenas de protestas incendian México, Argentina, quizás lleguen a nuestras dormidas calles, aunque no hemos oído ni una sola palabra de condena a Rajoy, también de negocios en el G20, ni a su ministro Margallo (no estropeemos “las excelentes relaciones bilaterales”, noticia del 6 de octubre); pero sí ha hablado el Papa Francisco llamando crimen al crimen.
Conviene que la ley se cumpla a rajatabla solo en Cataluña, el resto del planeta –de México a Tíbet, pasando por Argentina, Gaza o Melilla- puede seguir haciendo caja en el G20. Líderes elegantes con sus guapas esposas que frotan sus manos bañadas en sangre.
Seguir el Caso Ayoztinapa en El Universal
Informe de Amnistía Internacional: 26.000 desaparecidos en México
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