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Iba a escribir sobre la genialidad de llevar el Senado a Barcelona, el Supremo a la Chancillería de Valladolid, el Constitucional al Tribunal de Aguas de Valencia, el Alto Estado Mayor a Bormujos y la sedes de Ferraz y Génova a Garoña, pero no está el PSOE para risas; y se ha cruzado en el Camino un episodio nacional de esta #EspañaEnSerio, digno de Galdós.

Las redes sociales llevan días partiéndose la caja, pero es un tema serio. Resulta que el ciudadano español don Jorge Díaz Fernández, con DNI 0123456789, manifiesta en público: “Tengo mi ángel de la guarda. Le llamo Marcelo. Me ayuda en pequeñas cosas, como aparcar el coche. Y también en las grandes, siempre ayuda” [La Vanguardia, 9-12-2015, declaraciones voluntarias, motu proprio, sin que conste presión, amenaza o ingesta de sustancias que alteren su capacidad intelectual o volitiva].

Si mi hija llega a casa y cuenta que su profe de Matemáticas tiene un ángel de la guarda que le ayuda a aparcar y a resolver ecuaciones de tercer grado, acudo al punto a la Inspección y presento una denuncia por incapacidad para el ejercicio de la docencia y corrupción de menores. Si un piloto avisa al pasaje que va a despegar con ayuda de su ángel de la guarda, los pasajeros se tiran por la ventanilla y el vidente es cesado a más velocidad que el Embajador de España en la India, etc.

La creencia en criaturas celestiales, con o sin sexo, y su clasificación en serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles y ángeles, pertenece a la teología medieval, incluyendo el ángel caído, Satanás. Todo ese imaginario ha sido revisado por la Iglesia Católica desde el Vaticano II —concilio del que algunos aún no se han enterado— y será difícil encontrar al Papa Francisco, que también afirma tener su propio ángel, hablando en sus encíclicas de que le ayuda a aparcar.

Pero, aunque me parezcan creencias medievales, infantiles, impropias de adultos, ¿quién soy yo para cuestionar las creencias de los demás? Como asunto íntimo y privado que es, todas las creencias religiosas, y también las del Sr. Díaz, me merecen el máximo respeto.

Otra cosa es que el Gobierno de un país constitucionalmente aconfesional condecore a la Virgen del Pilar o me obligue a dejar la educación de mis hijas en manos de un profesor que tiene ángel de la guarda, porque igual se salta la lección de Darwin, y eso no, oiga. Tampoco subo a un avión si la compañía no me garantiza que funcionan los instrumentos de navegación. Ni confiar la Policía de un país europeo, democrático y moderno a quien llama a su ángel de la guarda Marcelo y dice sin rubor que le ayuda a aparcar y en asuntos más importantes. ¡Pánico no, lo siguiente!

Como ciudadano libre, prefiero un Ministro de Interior que no oiga voces. Ya nos divertimos bastante con el pajarito de Maduro, ¿se acuerdan cómo se reían? Un día a Maduro se le apareció Chávez en una pequeña capilla católica, en Barinas, en forma de «pajarito chiquitico», le habló al oído y le dijo que estaba bien.

Los venezolanos tienen derecho a un presidente serio que no vea pajaritos y los españoles a un ministro de interior que no oiga voces. El presidente Rajoy debe cesar fulminantemente a este ministro vidente o exigir que se presente a las elecciones el ángel Marcelo.

@ValentinCarrera
Ilustración: blog Visceral
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