¿Y si hubiera sido mi hija o la tuya? Pero, claro, estas cosas ocurren tan lejos, en aldeas remotas, entre los pastunes de Pakistán, en Mingora. Un talibán armado subió al autobús en el que viajaba la niña Malala Yousafzai y tras identificarla le descerrajó varios tiros por el terrible delito de ir a la escuela, siendo niña, siendo mujer.
¿Qué tara tienen en la cabeza las religiones para despreciar de este modo a media Humanidad? Entre los católicos, la mujer por el solo hecho de serlo es inferior al varón y esa inferioridad le veda el acceso al sacerdocio, al obispado, al papado: solo los varones pueden ejercer el poder porque unos cánones medievales han decidido en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que las mujeres son inferiores: mejor harían en andar todas por la calle con velo, y la que se niegue, reo de la Santa Inquisición (que sigue vigente, no se distraigan).
También en el islam la barbarie ha vencido a la tolerancia que fue, en Toledo, la argamasa de la convivencia entre religiones y culturas: judíos, cristianos y musulmanes en la ciudad del libro, viviendo en libertad. Ahora, guiados por el mismo principio monoteísta (Dios, Alá, Yavéh son masculinos; la mujer es un ser inferior), los talibanes condenan a “sus” mujeres al burka y a la muerte en vida. El sultán las condena al harén, la religión al velo, el mercado a la prostitución, el trabajo a la esclavitud.
Mala suerte nacer en Mingora si eres niña y tu padre quiere que aprendas a leer y te lleva a la escuela: por ese delito balearon a Malala con quince años. También en la escuela, la milicia islámica Boko Hara secuestró a 200 niñas en Nigeria, en nombre ¿de qué dios, de qué alá, de qué yavéh?
Malala y el indio Kailash Satyarthi han recibido esta semana el Premio Nobel de la Paz por su defensa de la educación infantil. Los niños y niñas esclavizados por el fanatismo, la violencia y la ignorancia no necesitan iPads, zapatillas de marca ni sacramentos: “Un niño, un maestro, un bolígrafo y un libro pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución. La educación primero”, dijo Malala ante la Asamblea General de la ONU, “la pluma es más poderosa que la espada”.
La Nueva Crónica, 12 de octubre de 2014
Discurso de Malala ante la ONU (subtitulado):