—La protección, conservación y restauración de los ecosistemas y la biodiversidad debe vertebrar la adaptación al cambio climático.
El Gobierno anuncia el fin de los vehículos de gasolina y diésel en 2040 y se arma la marimorena en las redes sociales, anticipando una Nochebuena permanente, y algún partido desquiciado aprovecha para tocar más la zambomba y sacar tajada, cuando lo cierto es que 2040 es demasiado tarde y vamos con retraso con respecto al resto de Europa (el fin de la venta de automóviles diésel debería ser en 2025 y los híbridos en 2028).
La industria del automóvil tendría que aplaudir con las orejas: frente a la denostada obsolescencia programada —que nos obliga a cambiar de móvil o de lavadora cada poco tiempo—, el cambio obligado y radical de todo el parque móvil es una inmensa oportunidad, un nicho de negocio colosal. Los más listos o mejor informados serán los primeros en apuntarse a la producción y venta de vehículos que no emitan dióxido de carbono, y detrás de ellos vendrá toda la legión de concesionarios, talleres, gasolineras, ITVs, seguros y demás. Todo el sector —millones de puestos de trabajo— tendrá que reinventarse y quien pierda un solo minuto en mirar hacia atrás, quedará convertido, como la mujer de Lot, en estatua de sal y gasóleo. Los demás, incluyendo los políticos carroñeros, tendrán que cambiar el chip ya. Ya significa ¡ya!, y aún así, ya vamos tarde.
Estamos ante un cambio de paradigma: el automovilismo del siglo XX es historia y hasta los coleccionistas tendrán que replantearse cómo sacar a pasear sus preciosos modelos legendarios. La desaparición de los coches de gasolina y diésel es irreversible. Cuanto antes lo metabolicemos, mejor. Pero este es solo uno de los cambios de chip que anuncia e impone la nueva Ley de Cambio Climático y Transición Energética, cuyo anteproyecto está en marcha. La Ley en su conjunto aborda la necesidad de abandonar un modelo energético obsoleto, causa del calentamiento global, y transitar rápidamente hacia una economía 100% descarbonizada. Tal y como exigen los compromisos y la legislación europea y el Acuerdo de París.
Las cinco principales organizaciones ecologistas de España —el G5, formado por Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO Birdlife y WWF— han publicado un análisis de ese anteproyecto de Ley de Cambio Climático, cuya valoración general es muy positiva.
Así, el G5 ecologista valora positivamente el objetivo 100% renovable para el sistema eléctrico, si bien, “el sistema eléctrico no es todo, es una parte fundamental del sistema energético. Para llevar las emisiones a cero, el sistema energético en su totalidad ha de ser 100% renovable”. De nuevo estamos ante un cambio de chip energético y ante una oportunidad inmensa de creación de nuevos y muy distintos puestos de trabajo: es todo el sistema energético el que debe reinventarse (y hacerse 100% renovable y 100% sostenible).
De poco valdría, para entender el problema, eliminar todos los coches de gasolina y sustituirlos por coches eléctricos recargados en electrolineras abastecidas con energía producida por una nuclear a una incineradora de neumáticos. El despropósito sería mayúsculo: para que la descarbonización sea real, toda la movilidad debe abastecerse de energía descarbonizada, sostenible, es decir, renovable. Y también su calefacción y su granja. Tiene que cambiar de pantalla toda la sociedad y el modelo económico en su conjunto.
La Ley de Cambio Climático apunta en la buena dirección, aunque a juicio del G5 el anteproyecto es poco ambicioso, por ejemplo en agricultura y ganadería (responsables de un 11% de las emisiones), o en otros sectores clave como los residuos, la industria y el turismo. ¿Van a seguir las administraciones turísticas promoviendo el modelo viejuno de FITUR, masificando la costa hasta crear un Marina D’Or en cada playa, acarreando 400.000 visitas cada verano al parque nacional de las Islas Cíes, o van a ponerse las pilas del turismo responsable y sostenible? Y así sucesivamente con todos y cada uno de los sectores productivos o de servicios, con la construcción y las ciudades, con la educación y el deporte, con la alimentación y la salud. Nada puede quedar fuera de la Ley de Cambio Climático.
El G5 celebra que el anteproyecto incorpore la fiscalidad verde (penalizar con tasas las actividades que generen gases de efecto invernadero e incentivar las actividades limpias), que prohíba nuevas prospecciones de hidrocarburos y fracking, o que apueste por una Transición Justa, creando “empleos sostenibles que ponen en el centro el medio ambiente y a las personas”. Y la propia Administración del Estado dando ejemplo, incorporando prescripciones técnicas verdes en sus pliegos de contratación o prohibiendo nuevas inversiones estatales en combustibles fósiles, y un calendario para la desinversión.
En resumen —concluyen Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO Birdlife y WWF— el cambio de pantalla es “que el eje vertebral de la política de adaptación al cambio climático sea la protección, conservación y restauración de los ecosistemas y la biodiversidad”. Y hacerlo ya. ¡Arriba las ramas!
Para saber más:
—G5: Valoración del anteproyecto de Ley de Cambio Climático.
—Ministerio para la Transición Ecológica: Consulta pública sobre la Ley de Cambio Climático.
—Descarga el Anteproyecto de Ley de Cambio Climático.