«El lago, iluminado por la luz tibia, tornasolada y fugaz y enclavado en medio de aquel paisaje tan vago y melancólico, más que otra cosa parecía un camino anchuroso, encantado, místico y resplandeciente que en derechura guiaba a aquel cielo que tan claro se veía allá en su término. Por un efecto de la refracción de la luz, una ancha cinta de cambiantes y visos relumbrantes ceñía las orillas del lago y la falúa parecía colgada entre dos abismos, como un águila que se para en mitad de su vuelo…».
Estas palabras pertenecen a El lago de Carucedo, una de las principales obras de un hombre, berciano de Villafranca y escritor español y universal, de cuyo nacimiento se cumplen este año 2015 los doscientos, fecha simbólica y suficiente como para que las instituciones locales y nacionales se hubiesen ocupado de homenajear su memoria de la mejor manera que se puede hacer con un escritor: recuperando y dando a conocer sus obras y divulgando su pensamiento y su biografía. Nada de eso ha sucedido, sin embargo. De no haber sido por la iniciativa espontánea de una persona, el también escritor y periodista berciano, colaborador, entre otros, de este periódico, Valentín Carrera, el segundo centenario del nacimiento de Enrique Gil y Carrasco habría pasado desapercibido del todo, entregadas las instituciones políticas de España y Castilla y León a la figura de Santa Teresa de Jesús, de cuyo nacimiento también se cumplían años redondos en 2015 (en su caso, cuatrocientos), pese a que Gil y Carrasco está considerado por todos el gran novelista del Romanticismo español y, junto con el anónimo autor de La Pícara Justina y el Padre Isla, el padre de las letras leonesas. Sin apenas ayuda institucional y a base de mucha ilusión, Valentín Carrera ha editado en diez volúmenes toda la obra de Enrique Gil comentada por prestigiosos historiadores y catedráticos, incluso organizó en el mes de julio en El Bierzo un congreso sobre él en el que participaron profesores y escritores llegados de toda Europa. ¿Entre tanto qué hacían las instituciones culturales de Castilla y León y de León? Besar el manto de Santa Teresa.
Bien estará, por ello, que, como compensación al esfuerzo de una persona que con su voluntad y tesón ha logrado que el centenario de Enrique Gil no pase sin pena ni gloria, las instituciones políticas leonesas (de las castellano-leonesas ya ni lo espero) y los leoneses y los bercianos de a pie que tanto dicen amar su tierra salden su deuda con el autor de El señor de Bembibre regalando estos días de consumismo y amor feroces sus obras, juntas o por separado. ¿Qué mejor regalo para un amigo que un libro y qué mejor homenaje a un escritor que leerlo?
Publicado en La Nueva Crónica, 6 de diciembre de 2015