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Lo ha bendecido el Vaticano urbi et orbe en su solemne editorial de ayer: “Un éxito de Rajoy”. ¿Quién soy yo para llevar la contraria al dogma de fe? Sí, la visita de Obama a Mariano Rajoy en la Casa Blanca ha sido “otro éxito de la Administración Recio”.

Hubo un tiempo en que la diplomacia era cosa seria: los embajadores abrían fronteras, firmaban tratados de paz, establecían acuerdos con Prusia o espiaban cartografías secretas. En nuestra época economicista, invadida y casi secuestrada por la banca, las finanzas y los acuerdos de libre comercio, ¿más aún?, parece que lo único importante en las relaciones internacionales es el dinero.

Un presidente de gobierno viaja en visita oficial a un país amigo y tiene la ocurrencia de comparecer protegido por un lobby de grandes empresarios, banqueros y comisionistas, todos ellos tan emprendedores y brillantes que sus apoteósicas carreras y sus cuentas millonarias no se podrían explicar sin las ubres del dinero público. Me refiero al tan subvencionado IBEX35, un grupito de empresas acostumbradas a vivir y medrar encaramadas a la chepa del Estado, a costa de todos. Telefónicas, eléctricas, constructoras: les avalamos contratos privados, enviamos validos a defender sus intereses en Argentina, Méjico o Panamá, les subvencionamos tarifas e infraestructuras, les garantizamos su permanente oligopolio.

Mandan tanto que cuando un presidente –ahora Rajoy, pero en su día los anteriores hicieron lo mismo- visita a un país amigo, estos lobbystas le llevan la cartera, comparten aviones, canapés y jacuzzis. Es la Diplomacia del IBEX35, la detestable diplomacia del dinero que convierte las relaciones internacionales en una prolongación del casino financiero en el que juegan con nuestros ahorros estos liberales con derecho de pernada en el presupuesto del Estado.

A muchos ciudadanos nos hubiera gustado que el presidente Rajoy se presentara en el despacho oval acompañado de una docena de rectores de nuestras deprimidas universidades; o del doctor Izpisúa, autoridad mundial en medicina regenerativa, que acaba de abandonar España por falta de apoyo económico; o del doctor galaico Ángel Carracedo, referente mundial en genética; o de cualquiera de los investigadores jóvenes del CSIC que están emigrando: “somos una especie en extinción”. Repasen las treinta mil firmas que avalan su “Carta por la Ciencia”.

Hubiera preferido ver a Rajoy en Washington con alguno de los cineastas que abuchearon al ministro Wert en la gala de los premios Forqué, cabreados por la lenta agonía de nuestro cine. O de los músicos, profesores, arquitectas o ingenieros que se buscan la vida por el mundo adelante, exiliados por un Gobierno lobbysta empeñado en atesorar capital en lingotes mientras dilapida el principal activo de toda sociedad: el capital humano. Generaciones enteras perdidas y becas recortadas, pero pagamos cifras indecentes a una casta de futbolistas y deportistas de élite.

En lugar de escuchar de Obama sus políticas para reducir el paro –en dirección exactamente contraria a las políticas de Rajoy-, somos tan cojonudos que le damos consejos “sobre cómo quedar segundo en el mundial de Brasil”.

Geluco Guerreiro decía de Aznar y Zapatero, “no mandan nada, son los conserjes de Botín”. Rajoy es ahora el conserje del IBEX35. Su visita a Obama es un éxito para Fainé, Alierta, Brufau, Florentino, Entrecanales… mientras la España real se desangra en Burgos y exporta al mundo la receta para llegar a seis millones de parados. Pero tranquilos: La Roja ganará el Mundial de Río. Somos los mejores.

@ValentinCarrera
Ilustración: Biblioteca Universidad de Jaén
Carta abierta por la ciencia en España