Antes quedaban para septiembre los malos estudiantes y los repetidores, que veraneaban en las academias de barrio; ahora, con el plan Bolonia, los chavales planifican las convocatorias a su manera, dejan dos cuatrimestrales para el año que viene, preparan solo tres para junio; las convocatorias se diluyen y el curso parece que nunca acaba. A nuestros políticos les ha caído encima un plan Bolonia-Merkel que les ha dejado sin vacaciones, de convocatoria en convocatoria y tiro porque me toca. Un sin vivir.
De modo que empieza el curso y aún no ha acabado “lo” anterior: todo se encadena y se confunde y tan deprisa que no sabemos si estamos en los exámenes de juliembre o en los de febrero, que todo semeja un carnaval, ya lo contó Larra, el pobrecito hablador. Ni crisis ni reformazo constitucional ni recortes, la nota característica de este curso interminable que se sucede a sí mismo es la confusión. Veo con-fu-sión por todas partes.
Zapatero confunde habitualmente –no es el único- su cargo como Presidente del Gobierno con su militancia política. Es fácil verle en una comparecencia institucional en Moncloa contestando a preguntas sobre el PSOE, ante la cara de póker del presidente de Portugal o de Kazajistán. Me parece poco decente y muy confuso. O convocar una rueda de prensa para informar del último consejo de la UE y contestar a lo de Rodiezno. Un barullo.
Nadie ocupa respetuosamente su sitio y todos están descolocados. Como Rajoy practica la oposición pasiva, el rol activo lo asumen los periódicos de cabecera del PP, que van por delante queriendo marcarle el paso (ojo, no digo que se lo marquen, pero lo intentan). A su vez, los sindicatos han dejado sus barricadas laborales y se han convertido en un pseudo-partido de oposición permanente al Gobierno socialista, que a su vez abraza con frenesí a banca y patronal. El mundo al revés: la con-fu-sión del turco.
Los recortes que se anuncian son confusos: un coche oficial en la mesa del Parlamento Galego o miles de profesores vagos en Madrid. Ni una palabra del gasto en armamento militar, por ejemplo. Por no hablar de gastos suntuarios, desfiles y otras falcatruadas. Luego viene Espe la Demagoga e insulta a todos los docentes, cayendo en la grosería imprudente de generalizar. Pues claro que hay algunos profes maulas y absentistas, que no la rascan; pero también hay miles que se ganan el sueldo a pulso, con dedicación. Pero “eso no interesa, hermana”, que decía sor Caridad. A río revuelto, ganancia de especuladores. Mejor, pues, enturbiar aún más este Río de la Confusión, hasta que todo estalle o pete, como dijo Artur Mas, y se arme el gran cacao maravillao.