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Presidentes, ministras y conselleiros vestidos de luto y con la cara compungida elogian el “extraordinario comportamiento” de médicos, policías y bomberos. Esos mismos funcionarios a los que lleváis años despidiendo, recortando sueldos y plantillas, degradando la función pública. Las tristes circunstancias de Angrois muestran el verdadero valor de servidores públicos tantas veces denostados. Médicos en paro que acuden voluntarios a urgencias, bomberos que dejan la huelga y se suman a la tarea. Menos elogios hipócritas y más respeto.

Con o sin imprudencia del maquinista, ¿puede un tren de última generación circular a 180 en una curva limitada a 80? Algo grave falla en la seguridad de esos Alvia ultramodernos. El fallo humano es posible, pero ¿no hay otros dispositivos de control, freno automático, alerta? Altos responsables de Renfe y Fomento deben dar explicaciones a los ciudadanos y a los jueces.

Las redes sociales mostraron su mejor condición. Leí un par de estúpidas excepciones; el resto ha sido un comportamiento solidario, ejemplar, espontáneo. La ciudadanía es adulta y madura; no necesita tutelas para hacer lo que debe: ayudar, socorrer, donar sangre, apagar el móvil para desaturar la red, abrir la wifi. Ser compasivos, acompañar a los afectados en respetuoso abrazo y silencio. El luto se llora por dentro.

Escribí estos párrafos el 24 de julio de 2013, el día de la tragedia de Angrois, la primera vez en treinta años como periodista que no pude acabar la crónica y rompí a llorar en directo en Onda Bierzo. Un año después, veo con náusea cómo políticos vedettes se hacen la foto con mucho bombo, ¡qué buenos somos!, dando medallas a “las víctimas”, a cuyas familias la policía prohíbe el paso al acto. Pero eluden responsabilidades: la ministra de Fomento se esconde, ADIF y Renfe entorpecen la justicia, y PP y PSOE bloquean la investigación.

Más que ese acto estomagante, me hubiera gustado un acto de responsabilidad y una vigilia silenciosa, sin cámaras ni alharacas, como han hecho los vecinos de Angrois. Pero solo el pobre maquinista ha pedido perdón.

 La Nueva Crónica, 27 de julio de 2014