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En mi infancia, los tebeos Vidas ejemplares nos enseñaban las vidas de héroes y santos. Los modelos que nos encomiaron (con muy poco éxito, a la vista del estropicio), eran Fray Junípero de Serra, Santa Clotilde, Santa Catalina de Alejandría, Santa María Francisca de las Cinco Llagas; Bernardette, la princesa de Lourdes, o Santa Joaquina de Vedruna, “última santa canonizada”, decía la portada de su historieta.

Personajes llenos de virtudes y entrega a los demás, modelos de conducta en una época en que cotizaban en bolsa los valores del patriotismo, la fe religiosa, la familia, el municipio y el sindicato vertical. Cuando llegó la democracia, los señores de derechas que habían sostenido el franquismo pactaron con Santiago Carrillo sustituir aquellos valores por los del IBEX-35: todo con tal de seguir mandando. Disculpen el resumen de la Transición, pero en modelos de conducta, no da para más.

Esto que algunos llaman democracia padece ceguera incontinente e hipocresía palaciega, dos enfermedades congénitas del poder, que se agravan en contagio con la hemofilia. Arrumbada en el desván la colección de Vidas ejemplares, hubo que improvisar un héroe laico, traído a nuestras vidas por la providencia divina; buen padre y mejor esposo, hombre de Estado intachable, honrado, impecable militar de la más alta graduación estudiado en las tres academias; español por tierra, mar y aire: don Juan Carlos I. Pónganse de pie, señores, un respeto.

Luego resultó que Juanito había heredado los genes borbónicos, siguiendo el ejemplo del abuelo Alfonso XIII, que tuvo tres hijos con su amante, la bella actriz Carmen Ruiz. Tener una amante guapa ha sido, como la caza y el dinero, deporte  favorito de la monarquía: me gustaría saber la opinión de doña Sofía de Grecia.

El ejemplar padre y esposo fue feliz con Olgina de Havilland, con Liliane Ghrillaine –madre de Ingrid Sartiau–, o con la cortesana Corina Zu Nonseiqué, con quien lo pillaron cazando elefantes en horas de trabajo. El prócer de la patria enseñó a Pujol, a Bárcenas y a su propio yerno el camino a Suiza y otros paraísos fiscales. Ha bastado un empujón para echarlo fuera del trono, ante el desastre que se avecinaba, para que treinta años de mentiras e hipocresía nos muestren lo que ya sabíamos: el rey desnudo. Una vida ejemplar.

La Nueva Crónica, 18 de enero de 2015
Vidas ejemplares
Jot Down: Vidas ejemplares de santos, contiene escenas gore
José María Zavala: Borbones y bastardos