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Hay una fórmula secreta más encriptada aún que la composición de la Coca-cola: el enigma de los pimientos de Padrón. Cuando alguien les diga que sabe el truco, no le crean: N.P.I.

Llevo 40 años haciendo un Master en Pimientos de Padrón y estoy más confuso que al principio. Empecé a visitar el convento franciscano de Herbón en la adolescencia. El padre Feijóo rechazó mi voz de ruiseñor para el orfeón Terra A Nosa y hundió mi futuro en la tuna: le debo mi fortuna, si me hubiera aceptado, aún andaría por el Obradoiro cantando Clavelitos. El padre Peteiro, muy querido, era una ong andante; me dejó un libro sobre san Francisco, de cuya peregrinación a Compostela se cumple el VIII centenario. Tardé treinta años en devolverle el libro: se lo llevé a Tánger, donde era arzobispo y paseaba sus últimos días por el claustro ido, ausente. No me reconoció ni recordaba dónde estaba Santiago ni qué era el convento de Herbón. Le abracé con pena y se quedó con el libro del Pobrecito de Asís en las manos, mirándolo desde dios sabe qué abismos.

Volvamos a los pimientos de Herbón: el padre Feijóo me desveló la receta mágica para que picaran: regarlos mucho; el padre Peteiro me dijo bajo secreto de confesión que el truco era no regarlos. Desde entonces, todos los años me riñen las vendedoras en la feria de Padrón:

—Riéguelos mucho.
—No los riegue, ya verá cómo pican.

En mi huerto de diseño digital, he plantado una latica de pimientos. La mitad del parterre los riego, los chapuco, los anego, los inundo. La otra mitad son de secano: los cubro cuando llueve y les pongo un deshumidificador. Y es verdad, oiga, que unos pican y otros no; pero aún no sé cuáles, porque cuando los recolecto voy echando todos en el mismo mandil. Hago como las paisanas de Padrón:

—Ande, lleve unos pimientos.
—¿Pican?
—¡Nadiña!
—Entonces no los quiero.

—Espera, rapaz, tengo aquí de los que pican –y los escoge del mismo cesto sin inmutarse, como aquel tunante descrito por Richard Ford:

—Ventero, ¡este vino es peor que su vinagre!
—No puede ser, caballero, saco los dos del mismo barril.

Eso sí que tiene mérito y no la fórmula de la Coca-cola.

La Nueva Crónica, 3 de agosto de 2014
Foto: Rubén García Blázquez, blog Eroski consumer