Tengo sobre la mesa un celofán transparente que no me atrevo a abrir: desde un ángulo, me mira amenazante el caudillo Francisco Franco, en el marco dentado de un sello azul cobalto de 3 pesetas. El matasellos lleva la fecha 15 diciembre 1976 y una dirección escrita a máquina: “María Elena…, c/ A, Ferrol”.
Hoy se cumplen 37 años del referéndum para la reforma política que se celebró aquel 15 de diciembre de 1976. Franco llevaba un año muerto, pero seguía vigilando desde las esquinas de las cartas y membretes oficiales; yo tenía 18 años y era un poco vegetariano.
En una acampada conocí a la chica más guapa, simpática, modosita y maravillosa de Ferrol y, por tanto, del mundo, a la que Serrat podría haber dedicado dos o tres canciones. Yo estudiaba en Santiago y ella era empleada en una perfumería: cada tarde iba en autoestop y la esperaba a las siete, a la salida del trabajo. Dábamos un paseo por el puerto, quizás cogidos de la mano, y la acompañaba hasta el portal, donde subía las escaleras de dos en dos y de tres en tres, “poco antes de que den las diez”.
Feliz, me iba al puente de las Pías y regresaba a dedo a la pensión Gontán. Algún día que no recuerdo, la memoria selectiva es sanadora, dejé de ir a Ferrol. La vida me regaló después varias veces a la chica más guapa del mundo y tuve una hija, dos hijas, tres hijas, hasta llegar a las cinco que tenemos ahora, como cinco rosas.
Han pasado 37 años desde nuestro último beso en el portal y no nos hemos vuelto a ver. Ayer presenté un libro en Ferrol, rodeado de amigos y amigas combativos, comprometidos: Umbe, Patricia, Yolanda, Bernardo. Alguien dejó un regalo en el Ateneo a mi nombre y en el remite, la letra inconfundible, firma “Marilé”.
Fui blanco de chanzas y bromas: “¿Tuviste novia en Ferrol? ¡Qué callado te lo tenías!, ¡Venga, abre el regalo, igual es lencería…!” y esas cosas. Insistieron tanto que antes de despedirnos, paseando bajo una lluvia suave, abrí mi regalo y encontré una docena de cartas de amor que ahora tiemblan sobre la mesa y no me atrevo a abrir.