“The economy, stupid”, le espetó Bill Clinton a Bush senior en la campaña del 92. Sigue siendo la economía, la que dicta la política y merkel el paso de la oca manu militari.
Esta semana la Confederación de Empresarios de Galicia –para celebrar su XXX aniversario- convocó en Santiago al presidente de la CEOE, Juan Rosell, junto a un panel de expertos, para sondear las claves para la recuperación económica. En su intervención, el presidente del IEE, José Luis Feito, alerta de que “nos jugamos el futuro de los próximos 15-20 años”; en serio, pero sin alarmismo. Ni falta que hace: en ese mismo instante, tuit urgente de La Voz: “Tensión en las bolsas. Nuevo récord de la prima de riesgo de Italia”.
Deberíamos prestar más atención a los bancos que a los políticos; en definitiva, los que de verdad mandan son los bancos: “Zapatero y Rajoy son unos simples conserjes de Botín”, como dice un colega muy guerreiro. Presto oído al director de Desarrollo Corporativo del Banco Santander quien documenta con datos que la UE no tiene un problema económico (sus ratios son mejores que los de EEUU, Japón, China) sino un problema político: 17 desgobiernos compartiendo portal y escaleras en una comunidad de vecinos mal avenida.
Pero es el veterano eurodiputado popular García-Margallo –llegado de Bruselas, de participar en reuniones con los ministros de Economía de Alemania y Francia- quien pone la flecha en la diana: los países de la Reforma, de espíritu luterano, no soportan ya más el lastre mediterráneo, las veleidades de Grecia, jugando al póker del referéndum con las cosas de comer, o la comedia de enredo a la italiana.
Torreblanca lo denomina en El País una Unión de Austeridad formada por los países calificados con triple A: Alemania, Francia, Países Bajos, Austria, Finlandia y Luxemburgo.
Así pues, una Europa a dos velocidades está en marcha. La decisión está tomada. Y debe de ser así porque, al día siguiente, un portavoz oficial lo desmintió desde Berlín, buena señal, pero ya el runrun está en todas las portadas, blogs y tertulias. Cuanto más lo desmientan, más acecha la doble Europa de los ricos y los pobres, del Norte y Sur, de protestantes y católicos, de ahorradores y gastadores, de productores y consumidores, de prestamistas y prestatarios; en fin, los que mandan y los mandados. Para Machado, era una de las dos Españas. Ahora sabemos que una de las dos Europas ha de helarnos el corazón. Nosotros vivimos en la otra.