El Alcalde de Lugo debe dimitir porque es inocente. José Clemente López Orozco, que también preside el Partido Socialista de Galicia, es un veterano profesor de filosofía, a quien recomiendo la lectura del ensayo “Atardecer en Atenas”, del filósofo Aniceto Núñez, para que reflexione sobre la conducta de un inocente, Sócrates, condenado por un tribunal injusto.
Por abundantes indicios, de la calle y de personas cuya opinión respeto, tengo la convicción de que López Orozco es una persona honrada, que está en política para servir al bien común. Ésta es una convicción mía, que el lector puede compartir o no; pero sí tenemos todos la certeza de que Orozco está atrapado en una telaraña política, ética y judicial aún en construcción y de ramificaciones que todavía no sospechamos.
Se atribuye a la Jueza de Lugo que instruye el caso Pokemon -principalmente en círculos socialistas-, mala fe y uso torticero del procedimiento judicial, sospechosas coincidencias preelectorales y un lento goteo, que ya dura años, propio de la gota malaya o de una tortura medieval, incompatible con una justicia ágil, rápida y transparente, que no lo está siendo. Quizás la Jueza de Lugo alarga el sumario más allá de lo debido, a sabiendas de que la Audiencia revisa, y no siempre confirma, sus autos y decisiones. Sabemos que la Jueza se enfrenta a poderosas tramas corruptas que alcanzan a guardias civiles, concejales y magistrados. Podría ser también que la misma Jueza tenga interés ideológico directo en el asunto, no tasado como causa de abstención legal, pero sí de abstención ética.
De ética quería hablar, precisamente. Una cosa es todo ese desastre de la Justicia -¡diez años de retraso con el Prestige para encausar a tres cabezas de griego y todos los demás de rositas!-, agravado por la soberbia del ministro estrella-do Gallardón; y otra cosa son las responsabilidades de cada cual. López Orozco tiene por razón de su función pública, como alcalde elegido en las urnas, varias responsabilidades, no ante la Justicia, sino ante los ciudadanos y ante su conciencia:
Una, además de ser honrado él mismo, velar porque lo sea su entorno inmediato, no vaya a ser que nos pase lo que se decía de Franco, que era muy honrado, pero los que robaban eran sus ministros y palaciegos. La mano derecha de Orozco durante años, Liñares, está en la cárcel con acusaciones graves y una mancha de aceite crece en torno a sus mordidas y a su extensa red de corrupción, que ocupa varios tomos del sumario Pokemon y otros.
Dos, dedicar todo su tiempo y capacidad a los ciudadanos de Lugo, cosa imposible cuando Orozco ha de ocupar muchas energías y media jornada laboral cada día en acudir al juzgado, reunirse con su abogado, estudiar el sumario, atender a la prensa, parar a los enemigos, enredar a los coaligados, aplacar a su partido y, en resumen, apagar toda clase de incendios ajenos a la verdadera gestión municipal, única a la que se debe y para la que fue elegido. Demasiado tiempo basura a costa de los ciudadanos.
Tres, la ejemplaridad. ¿Cómo va a exigir Pachi Vázquez, secretario general del PSdeG, la dimisión de Orozco, si él mismo no lo ha hecho? Hoy por ti, mañana por mi. Se tapan y protegen mutuamente: Orozco debió exigir la dimisión de Pachi, como hicieron muchos socialistas en el último Comité Nacional, elevar el listón ético y ahora asumir él ese nivel de exigencia (por cierto, bastante elemental). Se resistió el alcalde popular de Santiago, Conde Roa, y duró tres asaltos; se resistió el socialista de Ourense y cayó K.O.; se resiste Ana Botella en Madrid y comparece “sonada”; y caerá Orozco, eso sí, después de manosear el nombre de Lugo por todos los telediarios.
Lo que haga bien o mal la Jueza instructora del Pokemon, es su problema, del que responde ante la sociedad: en democracia, hay recursos y garantías procesales. El filósofo Orozco responde de su conducta: Sócrates era inocente y le condenó un tribunal injusto ante el que asumió su responsabilidad hasta el final. Si López Orozco se considera a sí mismo inocente de una acusación ignominiosa, debe dejar de refugiarse en la púrpura del poder y seguir el ejemplo de Sócrates. Cuanto antes.
Imagen: Cuadernos de Filosofía