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Desde que Platón explicó el mito de la caverna, sabemos que las apariencias engañan, que uno se forma juicios precipitados, que nuestro conocimiento es limitado, que las posibilidades de error son infinitas.
He escuchado atentamente el masaje navideño de Su Majestad; he leído los resúmenes
de los discursos aburridos y previsibles en el Año Nuevo de la Marmota de media docena de presidentes autonómicos (pero, ¡por todos los demonios!, ¿quién ha inventado esta insufrible práctica?); finalmente, he oído al responsable de desorganización del PSOE, Óscar López, alabándose a sí mismo en la SER por los últimos sondeos, y con todo este caudal de sabiduría de unos y otros, he llegado yo solito a una conclusión: estoy equivocado.
Me propongo, pues, iniciar 2014 practicando la humildad, «virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento».
Vivo en la oscuridad, en el fondo de la caverna, y solo veo sombras y fantasmas; pero, además de saber que no sé nada, sé que fuera, más allá de mis anteojeras, resplandece el sol y crecen los brotes verdes.
Al fin veo la luz: España va bien, estamos mejor que hace dos años, mejor que nunca, el paro disminuye a chorros porque ya creamos empleo de calidad y nuestros jóvenes emprendedores regresan de fregar platos en Dublín y Berlín para hacerse cargo de potentes empresas de la Marca España, capaces de hacer el Canal de Panamá a la altura del Mississippi, a poco que uno de Sacyr se ponga al frente.
Veo el resplandor de la economía boyante, el brillo del PIB reluciente, el aura de Rajoy entrando a paso firme, seguido de Moragas con sombrero tejano, en el despacho oval de la Casa Blanca, Obama rendido a sus pies; veo a los bancos facilitando crédito a manos llenas a familias y pymes, veo a De Guindos devolviendo el préstamo de Merkel al contado, veo al PSOE despegar en vertical como un Harrier comandado por el sagaz piloto López, con Chacón y Tomás Gómez vestidos de azafatas.
Salgo de las tinieblas de mi ignorancia y comprendo la infinita sabiduría de su Majestad, cuyo ejemplo nos guía, Líder Máximo, y nos pone a salvo de «otra guerra», ¡pobres de nosotros sin su Luz!
He sido injusto criticando a ministros inspirados por la gracia divina, como Gallardón; dando crédito al pillo Bárcenas en vez de a Cospedal, tan seria, tan honesta, tan buena persona. He desconfiado del honrado Blesa, he condenado sin pruebas al respetable Aznar; he denunciado como robo y saqueo la contribución patriótica de Sousa y Carceller a engrandecer el prestigio mundial de Pescanova; he hecho chistes a costa de Feijóo con Novagalicia y los floteles de Pemex y con los pagarés basura argentinos a Repsol. He dudado de Rubalcaba.
Gracias, oh líderes sabios que conducís nuestros destinos: acepto mi ignorancia y prometo enmendar mis errores, prometo tener cada día un minuto de humildad.
Un minuto, un solo minuto diario de humildad, sería bastante.

Imagen: Aula de Filosofía