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Ni una palabra de autocrítica en la Xunta de Galicia, mientras crece la indignación y la rabia

Valentín Carrera

“Los bomberos no dan abasto, pásalo”. El viernes 13, a mediodía, pocas horas antes de desencadenarse la catástrofe que ha arrasado los bosques de Galicia, el presidente Feijóo tomaba tranquilamente el pulpo en las fiestas de San Froilán de Lugo.

Según el diario local El Progreso, Feijóo “paseó por el recinto ferial y se refirió al proceso soberanista catalán”. Ni una palabra sobre la situación de alto riesgo, sobre los incendios. En aquel momento, tras haber registrado 235 incendios forestales en el mes de octubre, Galicia se encontraba en alerta por la llegada del huracán Ophelia. Ese mismo día, a la misma hora, varios fuegos devastaban el parque del Gerês, entre Galicia y Portugal, la reserva natural de Ancares y la sierra de O Courel.

Tal es el retrato de la inconsciencia: un presidente que anda de vinos, largando sobre el procés, ¡en la feria de Lugo!, mientras el fuego arrasa los principales parques naturales del Noroeste. Pocas horas después, Twiter y wasap lanzaban los primeros S.O.S.: “Se necesitan voluntarios urgentemente, pásalo”.

Desde Redondela, muy cerca del fuego, me escribe Manuel P.: “Están desalojados todos los animales de la Madroa [zoo de Vigo] y de la protectora Sen Pulgas; ahora mismo están todos en el convento, se necesitan voluntarios. La Universidad del CUVI está a punto de arder, el fuego está a 10 metros, en unos minutos arde todo. El colegio Marcote está abierto para que la gente de sus casas esté a cubierto. Difundir este mensaje, por favor, se necesitan voluntarios urgentemente; los bomberos no dan abasto, hay zonas que no llegan”.

Desde Sobrado, ya en la ladera berciana, Elisa: “Es una locura, no se ve nada por el humo, está enfrente del pueblo, no se puede ni respirar”.

A las 23:57h, Estela desde Moaña (Morrazo): “Na miña casa non se respira e iso que o lume está ao outro lado da ría”.

Desde Vigo, a las 0:13h del domingo, Santi: “Difundir, Galicia arde, necesitamos ayuda, recursos, bomberos, no tenemos suficiente ayuda ni información”.

Mientras, salvo La Sexta, las televisiones seguían con su programación habitual: Carlos Herrera, fútbol, la película de la semana. A los 235 fuegos contabilizados por la Xunta de Galicia en la primera quincena de octubre, en pocas horas se sumaron 150 fuegos más en las cuatro provincias, en el monte y a las puertas de ciudades como Vigo, donde cundió el pánico.

Durante toda la noche, ante la falta de información oficial y el silencio de las televisiones públicas, la indignación no dejó de crecer en Twitter, con el hastag #ArdeGalicia, pero muy pronto recordando el Nunca Máis alentado tras la marea negra del Prestige.

Antes de medianoche circulaban fotos satélite con el mapa de Galicia ardiendo por los siete costados, y las primeras peticiones de dimisión de Feijóo y la exigencia de otras responsabilidades políticas. Las habrá: la catástrofe ecológica sufrida por Galicia durante el veroño de 2017 no se explica solo por los nuevos “terroristas”, que parece ser florecen como setas en la pacífica campiña gallega.

Este desastre se explica por el fracaso de las políticas forestales gallegas de las últimas décadas (¿por qué no arden los montes en Suiza o en Soria?). Se explica por una sociedad que vive de espaldas a sus bosques; por oscuros intereses económicos, perpetuando un modelo de explotación forestal basado en el dinero fácil del pino y el eucalipto, del que es cliente principal la empresa contaminante Celulosas de Pontevedra, con licencia prorrogada por el PP, violentando una sentencia del Tribunal Supremo, empresa que sienta en su consejo de administración altos cargos populares como Isabel Tocino o Carlos del Álamo.

Las puertas giratorias de la industria maderera conectan la corrupción de los pirómanos con las corruptelas de los presuntos bomberos.

Bomberos aficionados, como Alberto Núñez Feijóo en agosto de 2006. En doce días, una oleada de incendios devastó más de 80.000 hectáreas de Galicia, presidida por el socialista Emilio Pérez Touriño, en coalición con el BNG. El líder de la oposición tuvo entonces la ocurrencia de disfrazarse de bombero-pijo con una manguera de regar el jardín. Esa foto indigna —como las del yate del narcotraficante Marcial Dorado—, le perseguirá el resto de su vida política. Feijóo acude al monte con unos mocasines castellanos, vaqueros de marca y camisa blanca impoluta. Vistoso reloj en una muñeca y pulserita en la otra, y perfectamente repeinado, manguerita en mano, todo ello ante las cámaras. La foto fue tomada en Meis (Pontevedra) el 9 de agosto de 2016: con Feijóo aparecen Rajoy y el multi-imputado expresidente de la Diputación, Rafael Louzán.

Once años después, el fracaso y la tragedia se repiten en el monte gallego: preside la Xunta de Galicia aquel bombero que intentaba sacar tajada política de la catástrofe con una manguera, en mangas de camisa y sin manchar los zapatos. Entonces la culpa era del bipartito socialista-nacionalista; ahora la culpa es de los “terroristas incendiarios”. Ninguna responsabilidad del Gobierno gallego; ni una palabra de autocrítica sobre el fracaso absoluto de la política forestal de la Xunta de Galicia.

Quince días antes de esta catástrofe ecológica, la Xunta despidió a 436 brigadistas (“No afecta a la lucha contra el fuego”, declaró Feijóo). Nadie en la Xunta evaluó la situación de alto riesgo en el veroño más seco y cálido del siglo. Mientras Galicia ardía, Feijóo se paseó por París y Lugo. Todo ha sido una absoluta falta de prevención, descoordinación, imprudencia, atolondramiento. Ir al San Froilán de Lugo a tomar el pulpo mientras las llamas devoran la sierra de Ancares. Lo resume Umbelina desde Valdeorras incandescente: “Tengo ganas de llorar, pero más ganas aún de meterle una leche a…”. Sentimientos de impotencia y rabia, mientras en la TVG Feijóo construye su relato: “Ha sido intencionado”.

Links:

La foto del 9 de agosto de 2016: http://www.elcorreogallego.es/tema-del-dia/ecg/rajoy-reclama-indemnizaciones-afectados-incendios/idEdicion-2006-08-09/idNoticia-72505/