El coronavirus ha venido para quedarse y la opción inteligente para sobrevivir es resetear nuestras vidas y costumbres y, como decía un lúcido ensayo de Eduardo Punset, “adaptarse a la marea”.
Podemos permitir que el virus sea más hábil que nosotros y nos gane la partida; o mirarle cara a cara y demostrar que somos la especie más evolucionada, lo que a veces cuesta creer. La pregunta es ¿cómo adaptarnos a la marea? ¿Qué será distinto mañana? Todo. Va a cambiar todo:
Las relaciones sociales: Se acabaron los abrazos y apretones de manos; todos japoneses. La confianza: A partir de ya estamos todos bajo sospecha. Tú puedes ser el infectado, yo el contagioso. Ha vuelto la lepra. El miedo es libre.
Los colegios y universidades: se acabó el modo presencial como norma. Más bien, se acabó la norma. También en el trabajo, millones de puestos dejarán de ser presenciales. Menos atascos cada lunes y menos CO2. Cuando no quede otra opción que el trabajo presencial, cambiarán los vestuarios, los aseos, las máquinas de café. Nuevo convenio colectivo universal. Pandemia sindical.
Las fiestas populares y el deporte: Ya han caído las Fallas y caerán los toros y los sanfermines y los carnavales. Reconversión de orquestas y churrascadas. Los jugadores que se abracen después de meter un gol, tarjeta roja.
Los oficios religiosos: se acabó el beso de la paz en misa. Los fieles irán a la iglesia con mascarillas: está pasando. Tendremos que reinventar los bautizos, las procesiones y sobre todo los entierros. También está pasando.
La política: Plenos on line de ayuntamientos, cortes y senados. Cambios estructurales en la cadena de mando y en las prioridades sociales. Otra sensibilidad es posible. La renta básica universal dejará de ser una utopía podemita y la reclamarán hasta los de Vox.
La sanidad, los hospitales, las farmacias y laboratorios: nada será igual mañana porque ya nada es igual hoy, ya han cambiado usos, protocolos, formación, suministros, logística. Cambiará el concepto de enfermedad; y quizás asumamos la responsabilidad con nuestra propia salud.
La vejez. Tiene que cambiar el trato despiadado que la sociedad europea ha dado a sus mayores en las últimas décadas. Sabíamos que el hacinamiento estaba ahí, semioculto: el coronavirus solo ha desnudado el problema.
En resumen, nuestras vidas no serán distintas mañana: ya son distintas hoy. El coronavirus ha reseteado el planeta y solo hay una opción: adaptarse a la marea. La primavera avanza.