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-Deprisa, que no llegamos, quiero la mantilla negra.

¡Qué run run por los salones del Palacio de Quintana! Son las ocho menos cuarto, no llegamos a la plaza. Las damas transmiten órdenes, «el coche a las ocho», pasan las doncellas con el traje de su alteza lila y grana, con encajes de Ginebra, apretando cuello y mangas y rematando la orilla, manola de la gran falda. Mientras la visten, no cesa de hablar la señora Infanta:

-Dame el abanico verde, de Letizia mi cuñada, el que ella llevó a los toros cuando era Princesa de España. No, no quiero ese collar, ni esos pendientes, no, nada. Quiero el collar de chatones, y ese broche de esmeraldas, quiero epatar a esa tonta, embajadora de Francia. En fin, vamos al Juzgado, ¡ay!, con lo bien que se está en casa o, como mi hermano hacía, cenando por esas tascas, de tapadillo que era un hombre, que aun siendo príncipe, se saltaba las cosas a la torera. Unos claveles prendidos en el pelo, y al juzgado. Vamos deprisa, ligeras, que los fiscales no aguardan. ¡Ah!, recuerda que Gallardón viene a merendar mañana.

-¡Armas, armas a su Alteza! -grita el teniente de guardia.

Flecha de seda y charol, sale el landó de la Infanta y a ritmo de pasodoble, van las yeguas alazanas, llevando a doña Cristina de Borbón casi en volandas.

La Infanta llega al juzgado y al entrar toda la plaza puesta en pie se arremolina batiendo alegres las palmas. En la andanada de sol, con popular algazara, los morenos se alborotan y gritan: ¡Viva la Chata! Y en los tendidos de sombra, dicen ante su augusta mirada: «Fijaos, la Infanta Cristina, ¡mirad, mirad si es la Chata!».

Cuando llegan a palacio, la tarde ya declinada, un organillo en la esquina, con ritmo alegre sonaba, mientras presentan sus armas, al paso de la señora, los soldados de su guardia.

-No me negarás mi dama que este Juez Castro es el que manda en España, se entiende después del Rey. ¡Ay, madre y señora, quién volver a nacer lograra, para ser solo mujer, en vez de nacer Infanta!

(Versión libre del Romance infantil de la Chata, Rafael Duyos, 1953).

Leer Soberbia
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