El presidente Rajoy se ha revelado como un filósofo de gran altura intelectual, hoy en ABC: «Yo soy consciente de que no cumplimos nuestro programa electoral, absolutamente consciente, y créame que no me agrada nada… Pero quien me ha impedido cumplir mi programa electoral ha sido la realidad.»
Reconozcamos que el argumento es impecable: Señor Areces (dueño de El Corte Inglés): -Soy absolutamente consciente de que le debo la compra del mes, pero quien me ha impedido pagarle ha sido la realidad.
Señor Botín/Santander: -Soy absolutamente consciente de que le debo la hipoteca y créame que no me agrada nada, pero quien me ha impedido pagarle ha sido la realidad.
Señor Ministro de Hacienda: -Soy absolutamente consciente de que debo pagar el IPRF, pero quien me ha impedido pagarle ha sido la realidad.
Ya estoy oyendo a Rato «yo quería salvar Bankia pero la realidad me lo ha impedido»; y a Urdangarín, «no quería evadir dinero, pero la realidad me obligó». De hecho, es el mismo argumento y casi con las mismas palabras que escuché anoche a Ruiz Mateos en Tele5: «Oiga, yo quería devolver los pagarés, pero es que me lo han impedido las circunstancias».
Supongo que el mismo argumento podría valer (o haber valido) para ZP, que no pudo cumplir su programa electoral por culpa de la realidad. Señor Rajoy: es que a Usted le han elegido para que cambie la realidad CON SU PROGRAMA y eso es lo que prometió. Cambiar el paro, el déficit, etc., no que «la realidad» le cambie a usted en seis meses y le dé la vuelta como a un calcetín (usado).
O sea que: primero promete (y firma un «contrato» político con la ciudadanía, éticamente vinculante); luego se desdice y nos la mete doblada; y ahora nos toma por tontos. Pues nada, sigamos todos la doctrina Rajoy, alta filosofía política; ante cualquier obligación de pago, impuesto, contribución, etc., digamos al probo juez, funcionario, policía o jefe: «mi intención era cumplir, créame; pero la realidad me lo impide».
Quizás el juez nos dirá: «la intención se la creo, pero por culpa de la realidad se va usted a la cárcel«. O al puto paro. Que es donde debiera ir, en términos políticos, todo gobernante incapaz de cumplir su programa, sus promesas y sus compromisos firmes y solemnes. O todo gobernante, simplemente, incapaz.