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Martes romántico con Enrique Gil (34)

“Lucero milagroso, águila hermosa”: Espronceda fue para Enrique Gil más que un amigo, valedor y correligionario político; lo fue todo. Le abrió las puertas del Parnasillo y del Liceo de Madrid, le introdujo en los círculos selectos y progresistas de la Corte y del poder; bendijo sus pasos literarios.

La cercanía personal y política entre Gil y Espronceda fue grande, y la sombra que Espronceda proyecta en su entorno, inmensa, capaz de anublar a poetas de la talla de Gil. Pero, al igual que no compartió con Espronceda fervores anticlericales, Gil tampoco es esproncediano en sus poemas, y explicita las distancias estéticas en su crítica a la poesía de su íntimo amigo, “posiblemente uno de los manifiestos más atinados del Romanticismo español”, a juicio de Mestre y Muñoz.

Entre Espronceda y Gil hay multitud de paralelismos aparentes, da la impresión de que Gil sigue los pasos del líder: los dos escriben un poema titulado A ***, los dos honran la memoria del general Torrijos, cantan al Dos de Mayo, al cautivo o a la cautiva, a la degradación de Europa, a una mariposa; pero más allá de estas coincidencias –se diría que en el Parnasillo todos escriben sobre las mismas mariposas y violetas; los tópicos aparecen en multitud de autores–, entre Espronceda intempestivo, exaltado y rotundo, y Gil, hondo y reposado, las diferencias son claras. “La acusada influencia de Espronceda –certifica Gullón– no basta a desviarle de su ruta”.

Enrique Gil sintió la muerte repentina de Espronceda de modo traumático. Tras velar toda la noche en compañía de otros amigos, al día siguiente escribió y leyó entre sollozos este poema en el cementerio. Fue publicado el mismo día, el 25 de mayo de 1842, en El Corresponsal con el título Elegía a la muerte de Espronceda, y en El Eco de Comercio con el título A Espronceda, que conservan todas las ediciones publicadas desde entonces. El poema se cierra con esta perla memorable:

¡Adiós, adiós!, la angélica morada
de par en par sus puertas rutilantes
te ofrece, sombra amada.
Ve a gozar extasiada
la gloria inmaculada
de Calderón, de Lope y de Cervantes.

Ilustraciones: Retrato clásico de Espronceda y portada de la edición de Poesías preparada por Gil en 1840.
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