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[…] el Orgullo Gay es una fiesta limpia de corazón. Frente a tanta represión de años y siglos, de familias y escuelas, y equipos deportivos y ejércitos, una fiesta de la libertad. Ser quienes somos: ser queridos, ser aceptados, ser felices.

Una fiesta de la diversidad sexual, pero decir “sexual”, la palabra tabú, no es coitiño va, coitiño viene; decir sexualidad es decir la personalidad completa de cada cual, su derecho indiscutible a vestir, amar, sentir, besar, follar, gozar, sufrir, reír, llorar como nos de la gana. Frente a la tristeza de la uniformidad impuesta, lo que celebramos los Orgullosos es ser y poder ser distintos.

El Orgullo Gay, que comenzó en Manhattan en 1969, ha ido incorporando franjas de diversidad a su bandera multicolor que hoy es LGTBI: lesbianas, gais, transexuales, bisexuales y transgénero… pero nadie excluye a los intersexuales, queer y asexuales. Su fiesta es la fiesta de todos los ositos y ositas que amamos la libertad y el respeto a los demás: en París, en Sevilla, en Boston o en León y Ponferrada (¿a qué esperamos para celebrar el Día del Orgullo Gay berciano con Enrique Gil y Carrasco por bandera?).

Vive y deja vivir: siente, goza, disfruta, sé tú mismo o tú misma. Basta de sufrimiento en las familias porque un hijo o una hija es distinto, basta ya de la férula de la inquisición religiosa sobre nuestras cabezas y nuestros cuerpos.

Y sobre todo —“no te olvides de decirlo”, subraya mi hija Sandra—, basta de consentir agresiones homófobas, insultos, desprecios, ninguneos, armarios. Para vivir no necesitamos vuestro maldito permiso, señores de Vox y demás homófobos cómplices del PP y Ciudadanos que gobernáis con los votos de la extrema derecha, de los mismos que fusilaron a García Lorca por republicano, pero, no lo olvidemos, añadieron un par de tiros en el culo “por maricón”.

Contra ese odio, contra esa miseria humana del que prohíbe y desprecia lo que no comprende, contra las manadas explícitas y encubiertas, contra los que nos niegan nuestras derechos más elementales, vamos a salir a la calle riendo y cantando, felices y diversos, libres. “¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”. Feliz Fiesta del Orgullo.

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