—Objetivo de la ONU: Eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas, incluidas la trata y la explotación sexual.
—Hagamos el ejercicio mental: en vez de Dios, Diosa, que envía a la tierra a su hija Jesusa; una Alá femenina que habla por boca de la profeta Fátima; una Yavéa con faldas y omnisciente.
—1 de cada 5 mujeres y niñas entre 15 y 49 años de edad afirmaron haber experimentado violencia física o sexual.
Todos los ODS —acabar con el hambre o la pobreza, conseguir la salud y la educación universal, etc.—, todos son transversales y todos están profundamente interrelacionados, pero ninguno tanto como la igualdad de género, cuya púa toca todas las cuerdas de la guitarra humana, todas las teclas de la justicia y la felicidad.
En los últimos días somos muchos los escandalizados por cierto postureo político desde la derecha más o menos extrema, negacionista, que pone en cuestión los pequeños, y digo con rotundidad, pequeños avances conseguidos en igualdad. Es un espectáculo obsceno, nacido del machismo grabado a fuego en nuestra cultura durante siglos.
Las raíces profundas del patriarcado son complejas, antropológicas, pero haríamos bien en aislar las raíces venenosas que arraigan en determinadas doctrinas religiosas, concretamente, en nuestro mundo occidental y mediterráneo, las tres religiones monoteístas del libro: judaísmo, cristianismo e islam.
No pretendo reducir el problema de la desigualdad mujer-hombre a tres dogmas religiosos, pero no es casual que esas tres ideologías patriarcales, con barbudos dioses masculinos, hayan sido históricamente la principal coartada moral de la sumisión femenina. Tres doctrinas incompatibles con la democracia, por más que se quiten y pongan velos y paños calientes. Mientras no seamos capaces, en pleno siglo XXI, de visualizar esas tres religiones con los dos sexos en pie de igualdad, todo estará por hacer. Hagamos el ejercicio mental: en vez de Dios, Diosa, que envía a la tierra a su hija Jesusa; o una Alá femenina que habla por boca de la profetisa Fátima, sin velo; una Yavéa con faldas y omnisciente… y todo lo demás. ¿Qué pasaría si para cambiar el marco mental reescribimos los libros sagrados, dictados por Moisesa, con mano de mujer?
Quienes se escandalicen, solo de pensar esta herejía, tienen un serio problema con la igualdad, pues si partimos de que hombre y mujer, mujer y hombre, somos radicalmente iguales en dignidad y derechos, cualquier invención dogmática que cuestione esa esencia común, la dignidad humana, es abominable.
La desigualdad se escribe en cifras terribles: “1 de cada 5 mujeres y niñas entre 15 y 49 años de edad afirmaron haber experimentado violencia física o sexual, o ambas, en manos de su pareja en los 12 meses anteriores a ser preguntadas sobre este asunto. Además, 49 países no tienen leyes que protejan a las mujeres de la violencia doméstica”, según datos de la ONU.
“A nivel mundial, 750 millones de mujeres y niñas se casaron antes de los 18 años y al menos 200 millones de mujeres y niñas en 30 países se sometieron a la mutilación genital femenina. En 18 países, los esposos pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen; en 39 países, las hijas y los hijos no tienen los mismos derechos de herencia”.
¿Por qué habrían de tener las hijas derecho a la herencia o al trabajo, a tener una cuenta bancaria o sacar el carnet de conducir (cosas vedadas durante el franquismo sin permiso del marido) si ni siquiera pueden ser rabinas, sacerdotisas o imanas? [Ojo: cuando escribes rabinas, el sabio corrector patriarcal de Word sugiere cambiar por rabinos].
La coartada moral de la desigualdad —la justificación del patriarcado como obra divina inspirada por el Altísimo— ampara la legislación y la costumbre machistas. Una cosa conlleva la otra. Todos los demás velos y techos de cristal impuestos (sexuales, laborales, culturales), sí, también son causa de discriminación, pero no resolveremos la desigualdad sin disolver antes el patriarcado religioso.
Ya sé que a muchos les parecerá sesgado este análisis: a muchos que disparan desde trincheras sesgadas por siglos de machismo estructural regado con agua bendita; pero el ODS 5 de la ONU —la igualdad entre los géneros como derecho humano fundamental y base necesaria para un mundo pacífico, próspero y sostenible— pasa por levantar el velo de los fundamentalismos religiosos. En Sudán, en Marruecos, en Indonesia, en Jerusalén, en Madrid, en tu casa y en la mía.
Enlaces de interés:
—Web de la ONU sobre los ODS.
—Descarga la app ODS en Acción.
—Alto Comisionado de España para la Agenda 2030.
—Hazlo posible: Pon los ODS en acción con un voluntariado.
—Lavola: La educación para el desarrollo sostenible.