—Objetivo de la ONU: Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible antes de 2030.
—Tristram Stuart: “Con la comida despilfarrada un solo día en Gran Bretaña, habría tenido suficiente para ofrecer una comida a 60 millones de personas, y aún sobraría para la cena”.
A medida que transcribes los datos, el estómago se encoge o se revuelve vomitivo: Cada español tira a la basura 250€ de comida al año, 1.300 millones de toneladas al año en todo el mundo [Datos FAO]. Leche, pan, frutas y verduras frescas, yogures que caducan pasado mañana o ayer, da igual, restos del inmenso bistec que no pudiste acabar, un solomillo vuelta y vuelta sin tocar, “es que no puedo más”, una boda entera al cubo de la basura, dos bautizos por la alcantarilla del exceso, tres comuniones recalentadas, cena de navidad, amigotes panzones reunidos: ceremonias de la bulimia para invitados anoréxicos.
Es la ceremonia del exceso, mientras millones de personas pasan hambre. Algo tan sencillo y demoledor, como este puñetazo en la mandíbula: ¡Hambre!
“Una de cada nueve personas en el mundo, es decir 815 millones de personas, están subalimentadas —afirma Naciones Unidas en su página sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible—. La mayoría de las personas que sufren de hambre viven en los países en desarrollo, donde el 12.9 por ciento de la población se encuentra subalimentada. La pobre nutrición causa cerca de la mitad de las muertes en los niños menores de 5 años. En África o no tan lejos: OXFAM denuncia que dos millones de personas pasan hambre… en España.
La más terrible paradoja: en el mundo sobra comida, sobra mucha comida que se tira diariamente a la basura, al tiempo que millones de personas sufren desnutrición y hambre crónica. Aparte de todo, ¿qué estamos haciendo mal, como civilización, se supone que avanzada?
“Cuando di de comer a 5.000 personas en Londres en el evento Feeding 5.000 —escribe Tristram Stuart, autor del libro Despilfarro: el escándalo global de la comida— con comida que de no haberse utilizado así habría acabado en el cubo de la basura, calculé que si hubiera sido capaz de recoger toda la comida despilfarrada en Gran Bretaña ese día, habría tenido suficiente para ofrecer una comida a 60 millones de personas, es decir, a todo el país, y ¡aún me habrían quedado algunas sobras para la cena!”.
Las imágenes de los niños desnutridos en Biafra, en Haití y hasta recientemente en Venezuela, contrastan con las inmensas barrigas que redondea la obesidad en los países desarrollados. La obesidad es ya una epidemia, dice la OMS; millones de personas mueren cada año por sobrepeso y sus enfermedades asociadas. Dejo a salvo la obesidad producto de alguna enfermedad, de la que nadie estamos a salvo; pero hay una parte enfermiza, decadente, degradante, que pone su placer y su cintura de aceituna y sus grasas rebosantes en la complacencia por la comida sin tasa, en la degradación ética de una cierta bacanal romana elevada a categoría de normalidad. Bacanal que no distingue de clases sociales, sexo, raza o religión: hay obesos excesomaníacos de todos los colores y rizados.
A mayor riqueza-país, mayor obesidad-exceso; no en vano “Estados Unidos es el país más que encabeza la lista mundial de obesos, con el 38,2% de la población mayor de 15 años con obesidad”, según un informe de la BBC.
Por más que lo intentemos, es difícil comprender y sobre todo aceptar la coexistencia de ese nuevo Cuerno de la Abundancia y el hambre en el mundo; aceptar, como quien oye llover, esta calamidad fruto de la injusticia y la insolidaridad. Por todo ello, la ONU, en su carta de Objetivos para el Desarrollo Sostenible, ha señalado como ODS 2 el Hambre Cero: “Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”, antes del año 2030, incluso a más tardar en 2025.
Y un asunto más, ese Cuerno de la Abundancia no es sostenible: producir todos esos millones de toneladas de alimentos que acaban en la basura tiene un alto coste ecológico, esa sobreproducción estúpida deja una huella terrible: “La huella de carbono del despilfarro de alimentos —informa la FAO— se estima en 3.300 millones de toneladas de equivalente de CO2 de gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera por año. El volumen total de agua que se utiliza cada año para producir los alimentos que se pierden o desperdician (250km3) equivale al caudal anual del río Volga en Rusia, o tres veces el volumen del lago de Ginebra”.
Además de enfermar por exceso los ricos y grasientos aduladores de la gula, mientras los pobres de solemnidad desfallecen o mueren de hambre, además de esta injusticia radical, tanto exceso inflige un duro castigo al Planeta, al único planeta que tenemos, cada día más hambriento y más sediento. ¡Arriba las ramas!
Enlaces de interés:
—Libro Waste: Uncovering the Global Food Scandal (Despilfarro: el escándalo global de la comida), de Tristram Stuart, Alianza Editorial, 2011 [en Amazon].
—Web de Tristram Stuart.
—Evento Feeding 5.000: https://feedbackglobal.org/.
— SAVE FOOD: Iniciativa mundial sobre la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos.
—Web de la ONU sobre los ODS.
—Descarga la app ODS en Acción.
—Alto Comisionado de España para la Agenda 2030.