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—Objetivo 2030 de la ONU: Reducir las emisiones mundiales de CO2 un 45% entre 2010 y 2030, y alcanzar el cero en el año 2050

—Thoreau nos enseñó el camino de la desobediencia civil: el viernes 27 es tiempo de pasar a la desobediencia comercial, mercantil y energética.

—Es tiempo de apagar el interruptor del sistema y construir una pequeña cabaña.

 

Aunque los 17 ODS son en sí mismos objetivos a conseguir antes del año 2030, con una serie de metas concretas, ninguno, salvo el decimotercero, contiene en su enunciado una llamada directa a la acción: “ODS 13. Acción por el clima”. Y quizás esta llamada directa no sea casual, como tampoco ha de ser casualidad que esta semana nos toque hablar del ODS 13, justo cuando la ONU, setenta gobiernos y una inmensa parte de la juventud  parecen estar por fin en pie de guerra por el clima.

No es casualidad porque, toque esta semana, la anterior o la siguiente, la Acción por el clima forma parte ya de nuestra agenda cotidiana: ha venido para quedarse, y solo los negacionistas recalcitrantes, que existen, se oponen a salvar el planeta. Desconozco cuál será su propuesta, acaso seguir incinerando y generando basura y malos humos hasta el infinito y más allá.

Lo cierto, sin embargo, es que el relato sobre el calentamiento global ha cuajado en el conjunto de la sociedad y nadie con sentido común quiere para sí y los suyos, o para su tierra natal, los efectos devastadores de la industrialización petroleada, de la producción inacabable y del consumismo salvaje. Esto explica que el ¡SOS! para salvar el planeta Tierra esté ya metabolizado: ha dejado de ser el banderín de unos pocos locos ecologistas, que han sido la vanguardia, para pasar de mano en mano entre partidos de todos los colores y tendencias, sindicatos, patronales, y hasta el Vaticano, con la modélica cuanto estéril encíclica del papa Francisco, Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común.

Todos nos hemos convertido al ecologismo moderado, traducido en programas para salvar a las ballenas, manifestaciones festivas y camisetas, es importante que llevemos vistosas camisetas con lemas reivindicativos, cuanto más bonitas las camisetas y más radical el eslogan, mejor. Todo aquello que tocan los grandes medios, el mercado y las multinacionales, acaba convirtiéndose en moda, postureo y buenismo; y su bulimia es capaz de fagocitar a Greta Thunberg y a toda su generación.

Pero, de una vez por todas, la Acción por el clima que proclama el ODS 13 no va de postureo y buenismo, ni es una moda para complacer a la audiencia: solo una acción verdaderamente radical (esto es, que vaya a la raíz del problema) puede salvarnos del desastre. Del absoluto, inminente desastre, en el que chapoteamos.

La Acción por el clima ha de ser quirúrgica y exige amputaciones dolorosas en la vida de los países, de las empresas y de las personas. ¿O alguien se plantea mejorar la calidad del aire, pero seguir teniendo cuatro o cinco coches contaminantes por cada familia, seguir cogiendo un avión cuando y dónde nos venga en gana, comernos la ración de agua y energía de todo el barrio, y dejar tras cada compra semanal un reguero de basura?

Entonces, ¿qué es la Acción por el Clima? ¿El catálogo de promesas incumplidas de los Acuerdos de París? ¿La publicidad de empresas cuyo negocio es el consumo feroz? ¿La poderosa industria del petróleo o el comercio de armas?

“Las emisiones mundiales de CO2 deben disminuir en un 45% entre 2010 y 2030, y alcanzar el cero alrededor de 2050”, proclama el Objetivo de la ONU, pero millones de coches siguen circulando cada mañana, en los pozos petrolíferos bombean sin cesar sus monstruosos émbolos, y millones de toneladas de crudo navegan de acá para allá los siete océanos en buques siniestros que, de vez en cuando, encallan ante las playas cercanas. Nada ha cambiado sustancialmente en el modelo de negocio ni parece que vaya a cambiar en mucho tiempo. Y no quiero ser pesimista, simplemente es la realidad: llevamos más de un decenio de años hablando de cambio climático y la producción mundial de barriles de petróleo no ha dejado de crecer…

El grito de guerra de Greta Thunberg ha sonado rotundo ante la Asamblea General de la ONU, pero aún no se escucha en tu casa y en la mía, porque el supermercado de la esquina sigue vendiendo el mismo plástico que ayer y que hace diez años, o quizás más; y el concesionario que está en la acera de enfrente ha vendido este año más coches de gasolina que el año pasado. Y media docena de híbridos [pero tampoco un parque de vehículos eléctricos soluciona nada, si la energía no procede de fuentes sostenibles: pan para hoy y nucleares para mañana].

La Acción por el Clima que defiendo como verdadera meta del ODS 13 es un cambio de vida radical, de nuestra vida, cada cual de la suya, inspirado en la filosofía de Thoreau: “Cuantas más cosas se poseen, más pobre es uno”. Nuestra felicidad no necesita más objetos, sino menos: gastar menos, producir menos, consumir lo mínimo. Reducir, reciclar y reutilizar: #BasuraCero, Residuo Cero en afortunada expresión de Paul Connett, limpiar el planeta de basura, comunidad a comunidad, familia a familia.

En la dirección contraria, quemando el Planeta, las incineradoras, las gasolineras, las fábricas de coches, barcos, aviones, armas, los hipermercados y multinacionales, los reyes de la avaricia, los amos del mundo.

La huelga mundial del próximo viernes 27 solo será eficaz si se convierte en una huelga de consumo sostenida en el tiempo. Nuestro único poder, tan pequeño como inmenso, es no comprar sus porquerías, sabotear el mercado, interrumpir el crecimiento salvaje, apagar la luz, poner el coche y la televisión en modo off, apaciguar la falsa sed de novedades, recuperar el tiempo de calidad, los objetos construidos a mano por nuestros abuelos, caminar descalzos, no beber ni consentir agua embotellada, escuchar gratis el canto de los pájaros y la voz de cada cuerpo enfermo, convertido en cloaca y basurero.

En verdad, la Acción por el clima es sencilla y barata. Ojalá el viernes 27 ocurra algo más que una huelga: un sabotaje mundial al consumismo. Thoreau nos enseñó el camino de la desobediencia civil: es tiempo de pasar a la desobediencia comercial, mercantil y energética. Es tiempo de apagar el interruptor del sistema y construir una pequeña cabaña.

Web de la ONU sobre los ODS.
Alto Comisionado de España para la Agenda 2030.
El Corte Inglés se apunta a la sostenibilidad.