“Mariano en estado puro”. En su querida Pontevedra, al presidente Rajoy le llaman Mariano; son muchos los que presumen de conocerle bien y pocos los que le conocen de verdad. Como no me gusta hablar con aficionados, ayer viajé expresamente a Pontevedra para despachar con dos reputados marianólogos. No puedo desmenuzar aquí sus méritos porque yo, como el Presidente, no hago filtraciones; pero si digo que ambos asesores tienen pedrigree, el lector me creerá. O no.
Les llamaremos Rafael L. y A. N., y me cuidaré de dar una sola pista más. Necesitaba su ayuda urgente para descifrar unas palabras del Presidente sobre el rescate; es imprescindible para España saber exactamente qué ha querido decir. Me refería a su último enigma: “Si hay una agencia que dice que este fin de semana vamos a pedir el rescate, caben dos posibilidades: que esa agencia tenga razón y mejor información que yo, lo cual es muy posible; o que no sea así, lo cual a lo mejor es posible, o no, ¿qué más da? Si a usted le sirve de algo lo que pueda decirle, le diré que no; pero, aún así, puede pensar lo que estime oportuno porque, además, a lo mejor acierta”.
-Está claro, ¿no? –terció Rafael.
-Hombre, claro, claro… no sé qué decirte.
A. N., con autoridad filosófica, centró la cuestión: Rajoy es un humanista amante de los clásicos y respetuoso con las tradiciones. En la Atenas de Pericles, cuando había una crisis grave, el gobernante estaba obligado a acudir ante el Oráculo de Delfos, consagrado a Apolo, dios de la verdad y la profecía. Talmente como Mariano. Así, a Jenofonte el oráculo le dictaminó “si eres humano, procura pensar en cosas humanas”; y al rey Creso le avisó “si cruzas el río Halys, destruirás un gran imperio”. Creso interpretó mal el oráculo, cruzó el río queriendo invadir Persia y destruyó… su propio imperio.
-¿Por qué os digo, amigos –continuó A. N.- que Mariano es nuestro oráculo? En sus vaticinios, el oráculo debía ser al tiempo prudente y ambiguo.
Saboreo las palabras: prudente y ambiguo. Leo de nuevo los labios del Presidente: “Lo cual es muy posible; o que no sea así, lo cual a lo mejor es posible, o no, ¿qué más da?” Es cierto, lo veo: Mariano en estado puro.
-Además, el oráculo encarecía la humildad. Cuando Sócrates acudió a Delfos, quedó perplejo porque la pitonisa le transmitió que era “el hombre más sabio de Grecia”. No puede ser, pensó Sócrates, y durante años caviló, sabiendo que entre sus maestros había académicos que le superaban en conocimiento. “Eres el más sabio, porque de todos, solo tú reconoces que no sabes nada”.
La terraza del Carabela guardó un minuto de silencio y, del friso que sobre la barra del bar pintó Conde Corbal, bajó un ángel. Comprendí entonces la humildad de Rajoy: “Caben dos posibilidades: que esa agencia tenga razón y mejor información que yo, lo cual es muy posible (…) Puede pensar lo que estime oportuno porque, además, a lo mejor acierta”.
Comprendí que el oráculo prudente y ambiguo de Mariano Rajoy sobre el rescate es verdaderamente socrático: “Solo sé que no sé nada”.
-Ya te lo dije –cerró Rafael L.- Mariano en estado puro.
-Entonces, ¿el fin de semana hay rescate o no?
-Este fin de semana seguro que no; viene aquí a un mitin. O igual sí, ¿dónde mejor sitio que la plaza de toros de Pontevedra para coger la crisis por los cuernos?
O para fumarse un puro
[Tras la muerte de su hermano Luis en 2014, Rajoy no ha vuelto a fumar].