A la exministra socialista y actual vicepresidenta del BEI, Magdalena Álvarez, el PP le tiene muchas ganas. Es una de esas bestias negras que están en el punto de mira de jueces y medios de comunicación afines a Génova, un pim-pam-pum al que disparar sin piedad. Magdalena es llamada Maleni con desprecio, como Pepe Blanco es Pepiño, sin lazo de afecto o cercanía que autorice el diminutivo familiar, solo por el placer de ridiculizarla, y eso lo hacen algunos que luego entre ellos se tratan de “don” ampulosamente: “Tiene usted, la palabra, don Carlos”. “Le escucho, don Federico”.
Magdalena Álvarez no me cae bien, como tampoco me cae bien Ronaldo, pero eso no es un argumento político ni jurídico y en todo caso no autoriza una descalificación que casi siempre oculta la carencia de razones. Si uno está sobrado de motivos convincentes, puede exponerlos con serenidad sin recurrir al insulto. Así, para enviar a Pepe Blanco a galeras, políticamente hablando, no hace falta llamarle Pepiño: con todo respeto, sostengo que su blindaje en la candidatura europea del PSOE por la cuota gallega es muy desafortunado, un lastre más que arrastra al PSdeG al precipicio. Blanco es un político gastado y amortizado, está implicado en el caso Pokemon (nombró directamente al ladrón confeso Liñares); como ministro de Fomento tuvo y tiene responsabilidad en el accidente de Angrois y, en cuanto a primarias y democracia interna, desplazó por la vía del sagrado dedazo de Rubalcaba a un excelente eurodiputado gallego. En conjunto, una vergüenza y un desastre político sin paliativos, pero sin necesidad de insultos.
Con Magdalena Álvarez ocurre lo mismo: ha cruzado la línea roja de la imputación, doblemente confirmada, y cada minuto sin dimitir es un escarnio al país que representa en el BEI. Dimisión inmediata: las razones constan en el auto de la Audiencia Provincial de Sevilla.
Sin embargo, no todos usan el mismo rasero. La Audiencia de Sevilla es para el PP la encarnación misma de la Justicia, ole y ole; pero la Audiencia Provincial de A Coruña deben ser unos titiriteros, a juzgar por el caso que le hace el PP, con el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, a la cabeza. Ayer mismo, la Audiencia de A Coruña dictó el Auto 163/2014 firme, en el que confirma la imputación de siete concejales del PP en el Ayuntamiento de Santiago. ¿Hay sordera selectiva? ¿Vale más una imputación en Sevilla que en Santiago? ¿Si es socialista o se apellida Orozco debe dimitir de inmediato y si es del PP, “hay que esperar a que se conozca la sentencia”?
Señor Feijóo: defienda usted esta doctrina en la calle Génova, acalle el coro de voces que jalean la dimisión de los socialistas imputados y callan los propios; o vaya usted a Sevilla y proclame allí la presunción de inocencia de Magdalena Álvarez, “hasta que no haya sentencia”. O, mejor, tenga un poquito de coherencia (aplique el mismo criterio que a Conde Roa, por ejemplo) y algo de vergüenza torera respetando el Código Ético del PP, como con toda claridad le acaba de pedir el presidente de su partido en Ourense, José Luis Baltar: “Las dimisiones deben llegar cuando se abre juicio oral”.
Esos siete ediles imputados están perjudicando gravemente a la ciudad de Santiago y a su propio partido. Mientras sus compañeros sevillanos se refocilan a cuenta de Maleni, siete imputados por la Audiencia Provincial de A Coruña siguen arrastrando el buen nombre de Compostela por el fango, con su bendición. Anote en su agenda: el juicio oral está señalado para el próximo día 19, san Pedro Celestino.
@ValentinCarrera
Viñeta: Chumy Chúmez
Artículo de Jaime Ignacio del Burgo sobre regeneración ética del PP
Código de Buenas Prácticas del PP [Nota: el que consta en la web del PP es de 2009]
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