por ANXO CABADA, 26 de noviembre de 2009.
El fotógrafo intenta atrapar la realidad, en este viaje por el Bierzo veinte años después, el fotógrafo intenta atrapar el alma de la tierra; ya no es la emoción de la primera mirada, sino las emociones interiores que provocan las personas, el paisaje y el paso del tiempo.
Siempre El Bierzo, metáfora de la geografía española, frontera del paisaje interior peninsular al paisaje atlántico, tránsito y evolución de maneras de vivir. Fotografiar El Bierzo es encontrarse en pocos kilómetros con la intensidad de un paisaje físico y humano único en el mapa hispano.
Durante un mes intentamos buscar las esencias en esta porción de tierra, en esta porción de vida, y para ello recurrimos a los cuatro elementos clásicos de la civilización: el fuego, la tierra, el aire y el agua.
Arrancamos el viaje la noche de San Juan, en San Juan de la Mata, elegimos la noche del fuego, donde se da la bienvenida al verano y se purifican todos los malos augurios y presagios, la fiesta de un nuevo verano, una fiesta pagana de encuentros, alegrías y deseos.
Nos adentramos en el corazón de la tierra, penetrando en las cuevas de los restos romanos de Las Médulas y bajando a la mina en Bembibre, a seiscientos metros a la búsqueda del carbón, para sentir el agobio y la claustrofobia de uno de los trabajos más duros que dieron fama a este territorio plagado del polvo fino de la mina.
Nos aventuramos a viajar por el aire, en globo, transportando los sueños de Julio Verne, por los pueblecillos bercianos, sintiéndonos cerca del cielo, para disfrutar de la huerta berciana y ver lo pequeños que somos en medio de este inmenso vergel plagado de frutas y verduras, sí… ¡hasta hicimos de ladrones, robando desde el globo, el oro rojo del Bierzo: las cerezas.
Acabamos el viaje en el agua, sumergiéndonos en el río Sil, en una balsa que nos llevaba por el camino de los recuerdos sentimentales compartidos con el último barquero, que transportaba a los vecinos de un lado a otro del río, el río que le da la vida a esta tierra, que baña sus campos y nos envolvió en el deseo de no acabar este viaje.
Porque El Bierzo es tan intenso que sentimos que no se acaba nunca de recorrer, de descubrir y de disfrutar.
Nuestro viaje lo hemos contado en este libro, no es un libro cualquiera, es un libro que aunque parezca grande, es pequeño porque recoge una parte minúscula de las emociones que tratamos de transmitir, un escritor, Valentín Carrera que ha buceado en la historia berciana y ha recreado todos los mitos, preguntas y sensaciones que sugiere el Bierzo, que la hace nuestro, por que partiendo de sus vivencias nos hace a todos sentir el amor por esta tierra y por cualquier tierra, pues el discurso es comprometido, ecologista, rompiendo tabúes y profesando un respeto profundo por el cordón umbilical que nos hace personas únicas y a la vez diferentes.
La visión de las niñas Sandra y Alicia enriquece esta propuesta, pues nuestros ojos no pueden dejarse seducir por las historias del pasado. El Bierzo necesita miradas infantiles que positivamente vayan defendiendo las posibilidades de sentir y mejorar el cuidado por lo que nos da la vida: la esencia de la tierra, y su mirada, comentarios y manera de ver nos han ayudado a ver el viaje con la perspectiva de la inocencia.
Mi visión a través de las imágenes comporta dos puntos: la narración subjetiva del viaje y la mirada objetiva del territorio. He bebido de los grandes fotógrafos, que me han enseñado a mirar a través de la cámara, pero he intentado recrear mis emociones a través del contacto con las personas generosas que nos hemos encontrado en esta tierra, el poeta Pereira, los mineros, ecologistas, alternativos de Matavenero, cabobercianos, el fotógrafo atrapainstantes…todos las bercianas y bercianos y el equipo Ibisa, gracias a todos por haberme permitido disfrutar de la generosidad del Bierzo, ojalá este libro les acerque a esta tierra creada para el disfrute de la naturaleza, de la historia, de la aventura y de la emoción.