El conflicto de los taxistas con BlaBlaCar y otras redes de trueque es un buen ejemplo de lo que está pasando: la vida y la sociedad han cambiado delante de nuestras narices y algunos no se han enterado o, por decirlo con modestia, no nos hemos enterado.
En un año cambiamos de papa, de rey y de alcalde como quien cambia de camisa. Tres años atrás en Galicia mandaban dos señores todopoderosos, Méndez y Gayoso, amos feudales de las cajas de ahorro, que hoy son dos apestados, como su colega Blesa y los demás que van sentándose uno tras otro en el banquillo. En su sillón se sienta ahora un millonario de Venezuela.
Acabamos de ver en el Parlamento un trámite que pertenece al siglo XIX: lean, por favor, las crónicas de Larra y Espronceda cuando la jura de Isabel II, en 1833, y sus diatribas contra los gobiernos de Mendizábal y compañía burlando la censura como ahora El Jueves y otros medios.
El cocido interno en el PSOE-PASOK, por dios, es tan antiguo y medieval, con los barones y la condesa choni peleando por la túnica púrpura, que solo cabe desentenderse. Ruido para tertulianos; pero la vida es lo que ocurre mientras tanto, como decía John Lennon en aquella canción dedicada a Madina, Beatiful boy.
En la educación, por primera vez en la historia de la humanidad, una portentosa herramienta, Internet, ofrece a profesores y alumnos todo el saber a un clic: videos, imágenes, hemerotecas, conferencias, problemas resueltos, cursos on line, cualquier necesidad que pueda imaginarse… pero el ministro, consejeros, inspectores, directores y profesores de institutos son más antiguos que el Tuenti y siguen pidiendo a las familias comprar libros que los chicos ni siquiera abren y acaban el curso sin estrenar. No se han enterado de lo que sus propios hijos practican cada día en casa, delante de sus narices, ¿es que no los ven?
Sí los ven, claro, pero se ponen de perfil, practican la inercia –en palabras de Federico Mayor Zaragoza–, esa terrible fuerza de la dinámica humana que nos atornilla a lo caduco. Practicamos la inercia y el miedo a lo desconocido y se aliñan discursos para salir del paso: la importancia de los libros de papel, la higiene garantizada de las botellitas de aceite monodosis, el PSOE como pilar fundamental de la democracia y los taxistas como servicio público.
Los taxistas saben que BlaBlaCar funciona porque lo practican sus primos, cuñados y dos millones de usuarios, como otros 500 millones usamos wasap cada diez minutos y un par de años antes no existía en nuestras vidas. Pero algunos alcaldes y directores de museos siguen poniendo placas con una cortina para que las inauguren los príncipes y luego el telediario, que cada vez se parece más a Corazón corazón, nos lleva de paseo a Disneylandia.
No nos confundamos: el dilema no es república o monarquía, Susana o Madina, PP o PSOE, con o sin Cataluña, referéndum si o referéndum no. El dilema es entre lo viejo y lo nuevo, entre la ficción que agoniza y la vida real que explota ante nosotros. La monarquía, la república, Cayo Lara, Rajoy, Felipe González y Felipe VI, Tuenti, los taxistas y los institutos de enseñanza media, pertenecen a lo viejo, a la inercia, al miedo.
BlablaCar, compartir gastos, coche, casa, vida, el aceite sin envasar, el trueque de toda la life, la solidaridad, la libertad, Internet y aprender de tus hijos pertenecen a la primavera que está pasando, delante de nuestras narices, mientras hacemos planes.
[Para Carmen, Angy y Mer, que gozan la primavera de John Lennon en los Pirineos]
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John Lennon, Beatiful boy: