¡Qué disgusto, ya me han amargado mi carnaval favorito, correr delante de los peliqueiros de Laza! Resulta que “Belén Esteban tiene que operarse el pecho porque lleva prótesis PIP”. ¡Qué disgusto tengo! Debe de ser un asunto muy importante, porque es portada en La Voz y en toda la prensa seria, y no como la carta de Paco Rodríguez, que solo se puede leer completa en Terra e Tempo o en Galicia Confidencial: “Non hai organización máis democrática nin máis transparente que o BNG, que sigue intacto”, afirma rotundo el mítico coronel de la UPG. ¡Si él lo dice!
No sé qué punto de desconexión con la realidad tiene nuestra fauna política, qué extravío, qué distancia sideral con la calle ni en qué mundo viven algunos: ¿Jauja, el País de Nunca Jamás, Babia, los Cerros de Úbeda? No es solo el autismo absoluto de Paco Rodríguez y su memoria del Vietcong: es el ensimismamiento aritmético de Rubalcaba, ganador por 22 votos; es el solipsismo de Rajoy, que en dos meses ya supera al de Zapatero; es la careta de Ruiz Mateos que se le está poniendo a Sarkozy a medida que se acercan sus elecciones; es la cruz de Merkel, “devanada a sí misma en loco empeño”.
¿No ha llegado a sus oídos ni un solo eco del 15M; no bajan a la calle, no van al bar, a la pelu, al supermercado, no tienen hijos, amigos, vecinos? ¿En qué mundo viven?
Los vemos en sus congresos auto referenciales, todo el rato hablando de sí mismos y de su mirífico ombligo; estos salvadores de la patria parapetados tras el comité, la organización, los estatutos, los delegados, los discursos, las banderas. Suena todo tan rancio y tan antiguo, tan mohoso, tan aburrido, tan ajeno al año 2012, al siglo XXI, a la era Internet, al Facebook y el iPad, a la globalización, a la DemocraciaRealYa, al altermundismo.
Hace mucho tiempo que la sociedad les ha hecho un ERE colectivo: ¡OFF! Están desconectados de los cables vitales de las preocupaciones ciudadanas. Hace tiempo que están muertos. Esos que vemos en el teatrillo del rey -Rubalcaba, Rajoy, Rodríguez, Vázquez, el otro Vázquez-, son solo sus espectros, los ecos (eso sí, “intactos”) de sí mismos que resuenan en el vacío y se van apagando débilmente. Ya no sirven ni para dar matraca a las comparsas del Carnaval: tienen menor interés que la silicona de Belén Esteban. Y bastante menos credibilidad. @Tornarratos