La lección Ratzinger y el sentido común de Beatriz de Holanda señalan el camino a don Juan Carlos, a quien deseo una pronta y feliz jubilación.
Escribes en Google “debate estado nación” y obtienes 6.870.000 resultados en 0,26 segundos. Tal es la saturación que les hablaré de otra cosa, de lo que podríamos denominar lección Ratzinger.
Si es usted un ciudadano “normal”, aunque hace tiempo que perdimos la noción de normalidad, tiene que jubilarse a los 65 años; a los 52 si es un privilegiado de RTVE, Endesa o Telefónica; a los 67 según la reforma Báñez; a los 70 si es o era usted catedrático; nunca si es usted trabajador autónomo; y cuando le salga de la coronilla si es usted rey, cardenal o tonadillera. “Los españoles somos iguales ante la ley”, art 14 de la Constitución, pero cada uno se jubila cuando le peta.
A la reina Beatriz de Holanda le dio la real gana el mes pasado y, cumplidos los 75 años de edad, abdicó en su hijo Guillermo, de 45. Suena sensato. En el siglo pasado hicieron lo mismo, aunque por diferentes motivos, Eduardo VIII en Reino Unido, el belga Leopoldo III, Víctor Manuel en Italia, Faruk de Egipto y otra media docena de monarcas. La reina Isabel II de Inglaterra, sin embargo, nacida en 1926, ha cumplido 87 años y ahí sigue, fresca como una lechuga con pamela, mientras su heredero Carlos de Gales, nacido en 1948, acaba de cumplir la edad legal de jubilación, los 65 años. Un mozo.
En España, el rey Juan Carlos I, nacido en 1938, tiene 75 años y, si la ley fuera igual para todos, hace tiempo que debiera estar jubilado, dejando paso natural a su hijo, el futuro rey Felipe III de Borbón y Grecia, de 45 años, nacido en 1968, entre los Beatles y el Mayo francés.
Si don Juan Carlos sigue el ejemplo de Isabel II, podría seguir reinando en 2025, con 87 años: para entonces al príncipe Felipe se le habrá pasado el arroz y su espera será tan ridícula y patética como la de Carlos, el príncipe eterno.
El debate es complejo, pero ¿de verdad alguien cree que no hay ni debe haber límites para el ejercicio de los cargos públicos por razón de edad, salud o igualdad ante la ley? El socialista catalán Pere Navarro habla de abdicación y los propios de su partido lo devoran como hienas. Véanse hoy mismo las declaraciones tajantes y el tono despectivo de Elena Valenciano, Jáuregui y Hernando. ¡Ha mentado la bicha, el tótem sagrado de la tribu!
Mientras PSOE y PSC ajustan sus cuentas a navajazos, el papa Benedicto XVI profundiza el debate sobre los límites humanos por razón de edad y salud, iniciado por Juan Pablo II, quien limitó a 80 años la edad de los cardenales partícipes en el cónclave. Ratzinger fue testigo privilegiado de la agonía de Juan Pablo II, que era mostrado en público en avanzado estado de senectud. Los devotos hablaron de su aceptación del “martirio”; yo sostengo que hubo excesos y manipulación del dolor. Pero, dejando a un lado las creencias de cada cual, desde el respeto a un anciano gravemente enfermo, sea rey, papa o mendigo, ¿alguien de entre nosotros consentiría mostrar en un balcón público a su padre o madre, de 85 años, con una traqueotomía por insuficiencia respiratoria, fractura de cadera y parkinson avanzado?
La renuncia de Benedicto XVI, de salud muy delicada, lo que es frecuente a los 85 años, indica que Ratzinger aprendió la lección: es consciente de sus limitaciones y las acepta ante sus fieles y ante el mundo con serenidad y entereza. La lección Ratzinger y el sentido común de Beatriz de Holanda señalan el camino a don Juan Carlos, a quien personalmente deseo lo mejor, pero que la próxima semana entra de nuevo en quirófano para una operación grave, la enésima de su deteriorada salud.
La realidad es terca y nadie elige su salud ni su muerte. Si llego a viejo, quisiera tener la lucidez serena de Benedicto XVI y el sentido común de Beatriz de Holanda. Para no creerme eterno como Isabel II, escucho con frecuencia en la voz del juglar Amancio Prada, aquellas coplas, Majestad, que escribió Jorge Manrique en el siglo XV: “Así que no hay cosa fuerte, que a papas y emperadores y prelados, así los trata la Muerte, como a los pobres pastores de ganados”.
La próxima semana enviaré a Su Majestad aquestos versos, con mis mejores deseos de una pronta recuperación para que disfrute, cuanto antes, de una feliz y merecida jubilación.
Imagen: Las provincias
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