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Lo único que Feijóo debió hacer, y no hizo, es denunciar el presunto chantaje en la comisaría de guardia y, seguidamente, explicar a los ciudadanos quién le amenaza y por qué.

En homenaje a Mariví Bilbao, he reído un rato con un capítulo de La que se avecina, mientras tejía mentalmente estas líneas para El Semanal Digital, dando vueltas en la cabeza a las fotos resesas del Presidente de la Xunta de Galicia con un narcotraficante, actualmente en la cárcel (el narco).

El affaire Dorado ha sido barrido de las primeras planas por una actualidad que se contraprograma a sí misma convulsivamente: ayer el auto del juez Castro hundió en la miseria el discurso de plasma de Rajoy ante su callada y obediente legión de acólitos que dicen “comité nacional”. Un rito coreano.

El llamado a cambiar este modo de hacer política, era hasta el domingo el joven ejecutivo gallego Alberto Núñez Feijóo, el Delfín-sin-fin. Los cronistas repiten machaconamente la fórmula: sucesor de Rajoy, el mejor colocado en la carrera… Tocamos de oído, como el tonto de mi pueblo, Dominguín, que hacía rock salvaje en la plaza Lazúrtegui.

A mi juicio, las fotos de Feijóo con Dorado no truncan ninguna carrera, porque ese paño aún no ha salido del arca. Contra todo pronóstico, Rajoy acabará esta convulsa legislatura y repetirá en 2015, donde podríamos tener un escenario postelectoral a la italiana. Pero Feijóo no será un Monti tecnócrata, por más que la acertada biografía de Domingos Sampedro consagre su perfil como el de un gestor metido en política.

Este consejero-delegado tiene contrato de alta dirección con Galicia hasta 2016. Ni Feijóo ni Rajoy tienen abierta, ni fácil, su respectiva sucesión. Han acaparado todo el poder en sus congresos búlgaros, ratificados con unanimidades del 101%. Son imprescindibles: después de mí, el caos. Insisto: no veo ninguna sucesión abierta en el PP a medio plazo. Mal que nos pese, hay Rajoy y Feijóo para rato: ¡Dos presidentes gallegos seguidos, ni en el mejor sueño de Fraga!

De modo que he vuelto a leer el comunicado de Feijóo sobre las fotos con el contrabandista, y a escuchar sus declaraciones y, desde una perspectiva emocional, rezuman cabreo, malestar, sobreactuación, ambigüedad, y alguna que otra mentira. “Son fotos de los años noventa”, afirma Feijóo, “corté la relación con Dorado en 1997”. Sin embargo, el juez Taín, instructor de la operación South Sea en la que detuvo a Marcial Dorado, manifestó ayer en la Radio Galega que intervino conversaciones telefónicas entre Dorado y Feijóo en el periodo 2001-2003, cuando Feijóo ya era Conselleiro de la Xunta. Y añadió el Juez: “Hay más fotos y no solo con Feijóo”.

Nervioso, sobreactuando y faltando a la verdad de los hechos, Feijóo se ha metido a sí mismo en un lío: está muy mal asesorado, si es que se deja asesorar, que lo dudo. ¿Qué necesidad de fingir un comunicado urgente el domingo de Pascua de madrugada, y una comparecencia muy muy transparente el lunes, si conocía todo el tinglado al menos desde el 20 de marzo? ¿A quién quiere engañar con semejante puesta en escena?

Créanme, nunca hubo sucesor. El Delfín-sin-fin, suspendido en todas las encuestas en sus primeros 100 días de gobierno, seguirá viviendo en el Mirador de Montepío, salvo que aparezcan nuevas fotos y nuevas conversaciones. Porque lo único que Feijóo debió hacer, y no hizo, es denunciar el presunto chantaje en la comisaría de guardia y, seguidamente, explicar a los ciudadanos quién le amenaza y por qué.

Imagen: Vanity Fair
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