Ya todos los motivos para viajar están probados, sea por dinero, como Marco Polo y los mercaderes de la seda; por huir de uno mismo; o por error, como Cristóbal Colón. Tampoco hay nada nuevo bajo el sol desde Verne y Phileas Fogg sobre modos de viajar y medios de transporte. Todo ha sido contado antes y mejor, pero nada impide que cada generación y cada explorador quieran ser dueños de su propia mirada.
El mapa nos convoca a la aventura [Savater]. Esta vez la ruta es por el Pirineo aragonés, siguiendo el GR11 o senda pirenaica, de mar a mar. El año pasado hicimos el tramo de Navarra, este verano toca Aragón; saldremos de Isaba, por el valle del Roncal, quince días un pie tras otro, sembrando pétalos en el cono del volcán y que los dioses repartan suerte.
Despido a las montañeras en la estación de Compostela: demasiado peso en la mochila, alas en los pies, el ánimo de titanio, viajarán a fuerza de voluntad. Esta vez yo haré el viaje con ellas, paso a paso, cada jornada, desde casa. La blackburra será nuestra paloma mensajera: foto de Aguas Tuertas, panorámica de un glaciar, el valle por el que descendemos hacia no se sabe dónde, un lago de pureza al fondo. Ya pasamos Canfranc, doloridas, fortalicecidas, contentas, dormiremos en Candanchú, devoramos la cena, llegamos a Panticosa, despertamos con los kikiriquís, nos perdimos en el cañón de Añisclo.
Ya os lo advertía la guía, collata Añisclo, pág. 115, “es necesario prestar mucha atención a las marcas y no perderlas, tratar de alcorzar hacia el Parador puede llevar a situaciones difíciles”. Alguien pintó una interrogación sobre la palabra “alcorzar”, “acortar” en aragonés. No hay atajo sin trabajo. Viene en el diccionario. Por alcorzar la vaguada, los 11 Km. desde Góriz hasta el refugio de Pineta se convirtieron en un vaivén: íbamos siguiendo las señales de ida, nos confundimos con las de vuelta y volvimos tres horas hacia atrás. Nos cogió la noche en una cabaña con cinco chicos de Israel; menos mal que aparecieron dos valencianos con linternas frontales y conseguimos llegar felices al refugio, ¡después de 15 horas de caminata! Sanas y puras, nieve que derrite el hielo.
Bajo el flexo voy haciendo mi transpirenaica tecla a tecla: hoy también alcorzé el itinerario, me perdí, me distraje, di muchos rodeos, he hecho 15 horas de marcha sin moverme de la silla, los ojos en un horizonte de 19 pulgadas. Al caer la tarde pernocté en El refugio de la memoria [Toni Judt] y su calor me permitió entender mejor el sentido de nuestro viaje.
Toni Judt murió en agosto de 2010 paralizado por una ELA, esclerosis lateral amiotrófica. Desde su lecho, “una prisión provisional sin fianza”, Judt escribe al dictado de su memoria y viaja intensamente en el tren de la infancia, en el autobús de la línea verde o esquía en Villars (Suiza). Me sumerjo con Toni en su noche: tetrapléjico, ya inmóvil, “como una momia contemporánea, con una existencia de cucaracha”, sin poder ni siquiera rascarse, ni girar, ni mover un músculo. Con la certeza de ir descubriendo, una a una, todas las cosas que nunca más podrás hacer: ir en tren, reír, caminar por los Pirineos, besar. “No más un ir hacia, tan solo un interminable estar.”
Cada nuevo día igual al pasado y peor. Al llegar la noche, su cerebro intacto explora vagabundo el refugio de la memoria. “Mis noches son interesantes, pero podría apañarme muy bien sin ellas”. Va y viene por París, New York, Londres, para regresar siempre a las montañas mágicas de los Alpes, a Mürren, “el lugar más feliz del mundo”, y a la infancia.
Este año, mi viaje por la transpirenaica, de mar a mar, me ha enseñado que Añisclo, como Mürren, es lugar perfecto para perderse, para desoír las señales rojas y blancas del sendero y encontrar, viajando en tu propia noche, el refugio de la memoria. Al amanecer, cargadas las pilas, sabes que vas a hacer otras doce horas de caminata porque, como Toni Judt, tienes alas en los pies, voluntad de titanio y apenas llevas peso en la mochila.
Foto Carmen R. Carracedo
Publicado en Altaïr