Si hablo del cerdo del señor Cura, parece irrespetuoso, mas no es el caso. La historia ocurrió hace treinta años: para la generación de Miley Cyrus suena al Paleolítico; pero la protagonista, Ana, anda en los cuarenta, de modo que fue ayer cuando en una aldea de O Courel vivía una familia muy pobre y sencilla…
…hasta hace poco todas las familias de O Courel, Oencia o Fornela eran humildes, las casas no tenían agua corriente ni váter (“a la cuadra”), ni microondas, ni móvil, nada, salvo el modo de sobrevivir de los tatarabuelos, pegados al bosque, piel con piel con la Naturaleza y, si acaso, una puerta de salida, la emigración:
—¡Para lo que le valió a mi hermana, de cajera en un súper! –dice Ana–, ¡aquí vivimos mejor!
Volvamos al cerdo del párroco, “con perdón da súa cara”. Don Basilio tenía un verraco famoso por sus hazañas, que alquilaba al vecindario para montar a las cerdas del lugar. Traía don Basilio al verraco por un cordel, o con una guiada, de cochiquera en cochiquera, y por unas monedas lo entregaba a aquella concupiscencia, me resisto a llamarle reproducción asistida, por si fuera pecado.
Al cabo de tres meses, tres semanas y tres días, la cerda paría una camada que era una riqueza, hasta diez lechones sonrosados y diminutos, hocicando el milagro de la vida. Como las cerdas son torpes, era fácil que la madre aplastara a un mamoncete y se perdiera la despensa de una familia. Aquí empieza el oficio de Ana, cuando su hermana emigró a Suiza y ella heredó con seis años el cargo de cuidadora de lechones.
Cada vez que había una camada, Ana dormía tres semanas en la cuadra, junto a los lechones, vigilando los movimientos de la cerda parida. O se llevaba a los cerditos a su propio jergón de lana y los criaba con cariño: durante toda su infancia, fueron las únicas muñecas y ositos de peluche que tuvo Ana. Desde que me contó su oficio, no consigo quitar de la cabeza la imagen de Anita, lista como un ajo, durmiendo en la cuadra de los cerdos, entre pajas, atento el oído, rodeada de cerditos felices. ¡Y sin iPhone!
Quizás habría que incluirlo como asignatura en la LOMCE: me parece un magnífico aprendizaje para la vida.
Foto: Álbum Os Viaxeiros no Courel by Pepe Esteller 2009
Publicado en La Nueva Crónica, 6 de abril de 2014