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No hay cifras exactas -¡ah, la transparencia!- pero el río que suena dice que podría haber en torno a un millón de pequeños inversores –12.000 millones de euros en el conjunto de la banca española- que han apostado sus ahorros a las llamadas “participaciones preferentes”: un producto financiero que ha convertido a miles de inversores ga-lle-gos en accionistas perpetuos de un banco en ruina.

En efecto, las participaciones preferentes, según la CNMV, tienen “carácter perpetuo y su rentabilidad no está garantizada; no confieren participación en el capital de la entidad ni derecho a voto; su rentabilidad está condicionada a la obtención de beneficios distribuíbles por parte del emisor, etc.”

¡Quién inventará estos artefactos implosivos! En vez de bonos del Tesoro, Vd. quiso ganar un poco más (pongamos un 7%) y arriesgó en el Gran Casino de la banca especulativa. Pero, si Vd. es gallego y optó por Caixa Galicia o Caixanova, sepa que ha perdido: tiene participaciones a perpetuidad de una entidad que ya no vale nada. Y, además, si Vd. obró de buena fe y se dejó asesorar por su oficina de cabecera, creyendo que la Caixa era un monte de piedad benéfico, sin ánimo de lucro, obligado por su propia naturaleza a fines sociales, es probable que Vd. se sienta muy estafado.

Si Vd. hubiera apostado por el Banco de Santander, por ejemplo, a estas alturas ya habría canjeado sus preferentes por acciones reales del Banco como han hecho el 98,88% de sus inversores. Pero, claro, no vamos a comparar una acción del Santander con una de Novagalicia Banco: los mercados carecen de escrúpulos pero no son tontos. De modo que sus muy preferentes participaciones en Caixa Galicia y Caixanova ya no valen nada: la entidad no tiene liquidez y no hay quien las quiera en el mercado.

Las cajas que captaron sus ahorrillos se revuelven como gato panza arriba ante la perspectiva de tener que devolver a cada cliente su dinero contante y sonante (que, por otro lado, ¿de dónde lo van a sacar si están tiesas y ya se han pulido el dinero público del FROB y los ahorros ajenos?). Así pues, llamando a las cosas por su nombre, estamos ante un verdadero corralito galego de no te menees, a punto de estallarle en las narices al señor Castellano (900.000 euros/año) y a sus millonarios inversores que siguen sin aparecer. Y el Banco de España, de palanganero.

Sin saber de economía mucho más que lo que aprendió Zapatero en aquellas dos tardes, todo lo que está ocurriendo en las Cajas gallegas es de Manual del Sentido Común. Un ejército, un hospital, un club de fútbol, cualquier grupo humano integrado por profesionales con experiencia, con mejor o peor conocimiento de lo suyo, con su buena voluntad acreditada… es imposible dirigirlo, impulsarlo, gobernarlo hacia alguna meta sin un mínimo de entusiasmo, de fe en la tarea común, de moral, por decirlo en términos deportivos.

En el aspecto humano, las excajas de ahorro gallegas están más desfondadas que el Alcoyano. La plantilla resultante de agregar Caixa Galicia+Caixanova es un conglomerado desmotivado y desnortado. Basta entrar en cualquier oficina para comprobarlo. Un Titanic financiero más a la deriva que el Costa Concordia. Esos profesionales han sufrido la humillación de ser llevados y traídos, comprados y vendidos, como mercancía humana, en la lonja de esclavos bancarios, mientras sus exjefes se iban de rositas, después de haber saqueado “la Caja” con sablazos millonarios.

¿Qué se puede pedir a un empleado en estas circunstancias? ¿Ejemplaridad, laboriosidad, motivación, trabajo en equipo, morir por la causa, mientras sus exjefes juegan al golf en el Caribe? Los que conozco desde hace 25 ó 30 años –empleados modélicos, en otro tiempo rifados por la pujante banca- rondan los 50 y mucho y esperan la lotería de la prejubilación. Todos los demás están desorientados: cada mañana descubren que trabajan para una empresa nueva, ya no saben qué nombre figura en las tarjetas, impresos, qué sistema operativo teclean, qué decir a los clientes alarmados, qué productos financieros ofrecen (¿a quién?).

Todo esto no se menciona en los informes del Banco de España, ni en las hipotéticas salidas a bolsa, ni en los debates parlamentarios: pero está ahí, en la médula de nuestras excajas, ya muertas para siempre, es el cáncer que las ha carcomido por dentro: se han desfondado y, además, no tienen un duro. Pura ingeniería financiera: igual valen 4 que 40, activos inflados, balances que pertenecen al género de la ciencia ficción. Yo también tenía un piso que valía 50 kilos, y mi primo otro, y mi vecino, tres. Nuestras Caixas acumulan en sus pasivos mi piso, el de mi primo y los tres del vecino, y así hasta ¿qué porción de la gran bosta de 176.000 millones de euros inmobiliarios ?

Todo esto lo saben al dedillo los trabajadores de las antiguas Caixa Galicia y Caixanova: ellos han tecleado todas y cada una de las operaciones, no han sido Gayoso, Méndez ni Castellano quienes estaban tras el mostrador dando la cara con los clientes, vendiéndoles la hipoteca, “venga, a 20 años, al 15%, y un seguro de CASER por si te mueres, no vayas a dejar a tus hijos mal situados (en realidad lo único que se aseguraban era cobrar su propio capital), y te hago una tarjeta de crédito, me lo exige la central”. Como, además, quedabas contento, llevabas tus ahorrillos, o los de la abuela; jejeje, sonreía el amable director, el interventor pulido, “tengo un chollo que te va a interesar, te los meto en par-ti-ci-pa-cio-nes-pre-fe-ren-tes, no se lo digas a nadie, tío, es un producto selecto, solo para clientes especiales como tú”. Cadena perpetua.

Ahora, mientras unos gozan de su retiro dorado sin que la Fiscalía Anticorrupción o el Banco de España les tosa y otros ganan un millón de euros al año por cuenta del FROB, la fiel infantería de Caixa Galicia y Caixanova se las ve y se las desea para sobrevivir y poner cara de póker ante los impositores, cada día más cabreados, que se plantan en la ventanilla a buscar lo que les pertenece: “Lo quiero en efectivo, igual que lo traje”, escuché ayer en una oficina. “No va a poder ser; si quieres te gestiono un pagaré a seis meses…”

¿Seis meses? Después de años a la deriva, gobernado el timón por almirantes ególatras, el Titanic Financiero Galego está más embarrancado que los galeones de Rande. Dentro de seis meses no existirán ni Caixa Galicia ni Caixanova ni Novacaixagalicia ni Novagalicia Banco, Castellano se habrá ido con el rabo entre las piernas (pero con su pasta) y los miles de impositores gallegos que suscribieron participaciones preferentes estarán atrapados en el corralito y habrán perdido su dinero. Al lado de este robo, lo del Forum filatélico, una risa.