«Se sorprendió de que ninguno de esos pobres seres se quejara de lo principal, ¿con qué derecho habían venido esos forasteros a invadirlos, explotarlos y maltratarlos? Sólo tenían en cuenta lo inmediato: las cuotas. Eran excesivas, no había fuerza humana que pudiera reunir tanto caucho, tantos alimentos y ceder tantos brazos. Ni siquiera se quejaban de los azotes y de los rehenes. Sólo pedían que les rebajaran un poco las cuotas para poder cumplir con ellas y de este modo tener contentas a las autoridades…» [Vargas Llosa, El sueño del celta].
Se diría escrito pensando en el neocolonialismo alemán y belga y holandés que nos atenaza: como a los indígenas del Congo, ya sólo pedimos que Merkel nos rebaje un poco las cuotas para poder cumplir con ellas y tener contentas a las autoridades.
A los que no cumplían les cortaban las manos a machetazos. Lo aviso, por si acaso.