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—Copiar a la naturaleza: máxima complejidad con mínimo gasto de energía.
—Las personas son el centro del ecosistema urbano.

 

La costumbre de identificar la Ecología con la naturaleza —y su habitual discurso idílico, con sus cascadas y sus pajaritos—, nos hace olvidar que una gran parte de la humanidad no vive en el campo sino en las ciudades. La población urbana aumenta exponencialmente y en pocas décadas será más del 70% de la población total.

Salvo el lunático Trump, nadie discute que el Ártico y la Antártida juegan un papel decisivo en el calentamiento global, pero igualmente está claro el peso específico de las ciudades en el cambio climático. De modo que, hablemos de los ecosistemas urbanos, en los que pasamos nuestras vidas y muertes, con ocasionales escapadas al monte y a la playa. Hablemos, pues, del urbanismo ecológico.

El arquitecto Salvador Rueda Palenzuela es el impulsor de un valioso documento de trabajo cuyo contenido trataremos de condensar, la Carta para la Planificación Ecosistémica de Ciudades y Metrópolis, iniciativa de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, abierta al mundo, que está siendo enmendada colectivamente y cuenta ya con cientos de adhesiones.

La Carta quiere ser una herramienta para la transformación ecológica de las ciudades, considerando a la ciudad como el ecosistema más complejo creado por la especie humana. “Cuando nos enfrentamos a esta complejidad, estamos obligados a definir un modelo urbano intencional que aborde los retos de la sostenibilidad, reduzca las incertidumbres y aumente la capacidad de anticipación”.

El modelo urbano que cumple todos los requisitos —afirma la Carta— se articula en cuatro ejes: 1) Es compacto en su morfología; 2) Es complejo en su organización antrópica y biológica; 3) Es eficiente metabólicamente; y 4) Es cohesionado socialmente. Este modelo definido por Salvador Rueda es la base o el marco teórico de un nuevo modo de construir y hacer ciudad: el urbanismo ecosistémico.

Durante siglos las ciudades han ido creciendo espontáneamente, como hongos, por agregación o multitud, con saturación o dispersión, a capricho de intereses especulativos: crecieron en altura o en densidad, no tanto en cultura o convivencia ciudadana. Crecieron desigualmente, deformes, a veces monstruosas, generando suburbios o arrabales con inmensas bolsas de inhumanidad, marginación y miseria. Ciudades motorizadas, en las que el 80% del viario público se reserva exclusivamente a movilidad.

“Este modelo —dice la Carta— es el mayor consumidor de energía, condiciona los usos del espacio público y genera las peores disfunciones (contaminación, ruidos, etc.) e impactos sobre la salud y el medio”.

Lo que propone el documento de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona es algo tan sencillo como copiar a la naturaleza. Frente a la actual competición entre sistemas urbanos, que conduce al desastre, sugiere una estrategia de cooperación basada en el conocimiento y la diversidad (la biodiversidad), “la estrategia que utiliza la naturaleza para permitir la viabilidad de los seres vivos y sus sistemas. Aumentar la complejidad organizada y al mismo tiempo reducir la energía necesaria para mantenerla”.

La ecuación es vital: el derroche de energía de nuestras ciudades es insostenible. Ningún ecosistema natural actúa así: la Naturaleza ni produce basura ni derrocha energía, todo se auto recicla y ocupa su lugar en la cadena trófica, y siempre con la ley económica del mínimo gasto necesario.

El urbanismo ecosistémico sigue esta ley entrópica. La ciudad no puede ser una pesada carga para su entorno: un saco sin fondo, un inmenso sumidero. La Gran Alcantarilla. Los cuatro ejes del urbanismo ecosistémico plantean una reelaboración del concepto ciudad con nuevos usos espaciales, con más porcentaje verde y menos viario. Con una biodiversidad y complejidad humana y social que garanticen la cohesión. Con un metabolismo urbano eficiente en los flujos materiales, de agua y de energía.

En los ecosistemas urbanos, las personas son el componente principal; no los solares ni las calles, no los viales ni las circunvalaciones ni las altas torres devanadas a sí mismas en loco empeño, como el ciprés de Silos. La Carta para la Planificación Ecosistémica de Ciudades y Metrópolis plantea un retorno a la polis ateniense y eso es en esencia profundamente democrático.

De cómo organizar el Urbanismo Ecosistémico en «Supermanzanas» y de sus quince principios básicos hablaremos la próxima semana. Mientras tanto, bienvenidos a las nuevas Atenas.

Para saber más:

Descarga y lee la Carta para la Planificación Ecosistémica.
—Web Carta para la Planificación Ecosistémica.
Agencia de Ecología Urbana de Barcelona.
La Supermanzana.