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El profesor de Matemáticas planteó un sencillo problema a los alumnos. Una rana tiene que cruzar una piscina olímpica de 100 metros de largo. Considerando que en cada salto avanza 0,5 metros, ¿conseguirá la rana salvar la piscina?

Las respuestas no se hicieron esperar: los estudiantes calcularon cuántos saltos eran necesarios, algunos desconfiaron de una respuesta matemática tan simple; los díscolos de la clase cuestionaron la posibilidad de que la rana hiciera pie, pudiera nadar un poco o darse impulso suficiente sobre el agua para el brinco siguiente; otros, en fin, pensaron que la rana se agotaría antes de llegar al final. Solo un alumno, Manolito, el hijo del señor Alcalde, dió la respuesta correcta:

-Confiamos plenamente en la rana.

Tal es el problema de matemática demente, como diría Lewis Carroll, al que se enfrenta en esta legislatura Galicia, el país de las maravillas. El Presidente Feijoó, travestido de rana en príncipe gracias al beso de 661.281 gallegos y gallegas, tiene que cruzar una piscina olímpica a saltitos. Más que piscina es un foso profundo lleno de “incertidumbres”, fieras como cocodrilos, descritas por el propio Feijoó en su discurso: “Lo primero es la situación de Europa, donde lo único seguro en este momento es la incertidumbre”.

Para hacer el pan del déficit cero, con las tortas de la incertidumbre, el renovado Presidente de la Xunta ha de saltar sobre: 1) La recesión de la Eurozona; 2) La pérdida de los Fondos Comunitarios a partir de 2014; 3) El nuevo modelo recentralizador de financiación autonómica que orquestan Montoro y Arenas; y 4) La liquidación a corto plazo de Novagalicia Banco.

Estos cuatro cocodrilos famélicos acechan en el foso a una rana cautelosa que esta vez no ha hecho promesas, salvo dos, básicamente: conseguir trabajo a los 270.000 parados y arrejuntar todos los cuartos disponibles en el nuevo FOCRE (Fondo para o Crecemento), una especie de IGAPE 2.0, elástico como un chicle, “abierto, es decir, podrá ser ampliado de forma proporcional al incremento que se vaya registrando en los ingresos autonómicos”. O no.

Ya sabemos cuál es la respuesta de los 661.281 gallegos que han votado al Presidente: “Confiamos ciegamente en la rana”. La cuestión ahora es saber qué hacemos con los 2.036.436 gallegos y gallegas que no confían en la rana ni en el príncipe.

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