A las 12 horas del día 9 de octubre de 2012, cautivo y desarmado, he emitido mi voto para las Elecciones Gallegas. La campaña ha terminado.
Quiero decir que sus señorías pueden desgañitarse y convencerme, incluso podría arrepentirme del voto emitido; pero ya no tiene remedio. Ya mi papeleta navega certificada en las sacas de Correos rumbo a la Mesa Electoral nº 47.
¿Para quién es, entonces, la campaña? Ah, sí, para los gallegos y gallegas que aún no han votado: ¿convencerán a alguno o ya están todos, como yo mismo, archirrequeteconvencidos. Dicen que hay inmensas bolsas de abstención, indecisos, dudosos y vacilantes. Se supone que a ellos van dirigidos los debates que durante tres días ofrece TVG, con impecable profesionalidad.
He visto el primer debate; he visto cosas que no creeríais, lágrimas en la lluvia y rayos láser en el Obradoiro. He visto el debate con mi vecina friki, que ignora los nombres de los políticos y confunde los géneros, cree que Charlot era un filósofo y Buda un perezoso.
De modo que comparecieron en TVG, con sonrisa forzada, el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el candidato del PSOE, Pachi Vázquez: ambos con camisa blanca, chaqueta negra y corbata azul. ¡Qué ojo clínico el de sus asesores! Nada más verlos, mi vecina exclamó: ¡Cuspidiños! La abuela de Agamenón, el del TBO, hubiera dicho, ¡igualicos, igualicos!, pero dejad que siembre el hastag en gallego, #cuspidiños: los dos candidatos parecían mirarse mutuamente en los espejos del Callejón del Gato.
Ante las cámaras se saludaron muy efusivamente, como si llevaran años sin verse: -¿Por qué se la menean tanto?, preguntó la vecina. -Uno de los dos se ha escupido en la palma de la mano y le está pasando al otro la mota negra. –Ah, será eso, pues parece que han recibido clases de cómo saludarse.
Acabada la sesión de fotos, Pachi rozó suavemente, con un gesto inocente, la parte noble de la espalda de Feijóo, a lo que éste repuso:”¡No toques, ¿por qué tocas?”. El debate había comenzado.
En Twitter, #debatiño ya era TT y los forofos se comportaban como hinchas del Madrid y del Barça, monótonos y previsibles, como los discursos congelados de sus líderes. “El calvo de la izquierda parece de derechas y el de gafas de la derecha, parece de izquierdas” diagnosticó mi vecina, que confunde la comedia con la tragedia. No me atreví a tuitearlo: -Esto es serio, La que se avecina viene luego. –Pues pensé, que ya había empezado, repuso ella.
“Celebro, celebro, celebro” tripitió Feijóo muy contento. “O tema é fácil”, dijo varias veces Pachi; no sé qué celebraba uno ni qué entenderá el otro por fácil. El monologate continuó rígido, sólido, de espaldas a una realidad líquida y, a veces, gaseosa. Feijóo endiñó un directo a la mandíbula con la Conferencia de Presidentes, que Pachi encajó maldiciendo por lo bajinis los consensos de Rubalcaba. ¡Qué difícil hacer campaña aquí cuando te desarman allí!
“Voulle facer unha proposta”, espetó Pachi, confundiendo su rol de candidato con el de jefe de la oposición. También a Feijóo se le escapó un “Señoría” parlamentario que nadie desmintió, dando todos por bueno quién propone y quién dispone.
“Entregue a los gallegos el contrato de PEMEX, si es que existe, y la auditoría de las cajas de ahorros”, clamó Pachi sediento, dispuesto a continuar su travesía del desierto. “No me hable de las preferentes, que se firmaron durante el bipartito; yo me encontré el cacao maravillao”, replicó Feijóo sin despeinarse. “Ganamos por goleada”, concelebraron en Twitter unos y otros sin miedo al ridículo.
-Ahora sí que le pasó la mota negra al otro, dijo mi vecina, pensando que ya había comenzado la película de la semana. Hicimos un zapping y en El Hormiguero, Millán Salcedo le hacía el perrito a Madonna:
-Éste, si se presenta a las elecciones por Móstoles, arrasa.
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