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El desaire de Pachi a Beiras desnuda la difícil unidad de acción de  la izquierda.

Con frecuencia, las declaraciones son equívocas; el lenguaje corporal, sin embargo, no deja lugar a dudas; es famoso el análisis de las mentiras de Bill Clinton en el caso Lewinsky: en su declaración incurre en 21 de 23 indicios. Clinton dice una cosa y su lenguaje corporal la contraria. El último pleno del Parlamento Galego estuvo cargado de comunicación no verbal; si dejamos los vídeos en manos de Elsa Punset, ¡quién sabe qué piélagos hallaría!

A raíz de la decisión de la Presidenta de ejercer un control previo de los invitados, estaba planteado un desafío suscrito por los tres grupos de la oposición, PSdeG, AGE y BNG. El grupo mayoritario del PP asumió desde el minuto cero el papel de testigo mudo: ni un gesto, ni un aspaviento, disciplina zen. Una esforzada sonrisa de Pedro Puy fue de inmediato interpretada desde la tribuna por Pachi Vázquez como una ofensa. Pero el PP, con Feijóo presente en el hemiciclo, había decidido no entrar al trapo y dejó todo el peso institucional a la Presidenta, que lo pasó mal. Su gesto desencajado durante toda la mañana fue demoledor. Alguien se había equivocado en la táctica.

Con la habilidad de muchos años de pelea en la calle, en menos de quince minutos la oposición –es decir, AGE y BNG, pues el PSOE se descolgó de inmediato- consiguió reventar el pleno y descolocar la escaleta de todos los telediarios. La unidad de acción de la izquierda apenas aguantó diez minutos: AGE y BNG pisaron la calle mojada en busca de trabajadores de la universidad y de Navantia, mientras el PSOE, muy comedido, se reunía en una sala con otro grupo. La ferrolana Yolanda Díaz llevó la voz cantante, secundada por Aymerich; ambos consiguieron burlar tanto control descontrolado y hacer que las reivindicaciones sonaran en la cámara. En la bancada popular, el gesto fue de desconcierto y resignación, pero nadie movió una ceja, mientras la Presidenta, el portavoz popular y Feijóo cruzaban datos por el teléfono interno. AGE y BNG, 1; PP, 0. La tarjeta roja llegó cuando el gol por toda la escuadra ya incendiaba Twitter y todas las redacciones.

Cumplida la protesta, el pleno continuó previsible, con los escaños de la oposición vacíos. Beiras demostró que es el mejor orador de la cámara, Jorquera el más educado y Pachi el más marrullero. Beiras, que subió al estrado cojeando intencionadamente, suscribió el discurso de Jorquera, “para no repetirlo”, y llevó el debate a la Revolución Francesa. Desbocados los caballos de la elocuencia, advirtió a Feijóo: “Van a saír vostedes por pernas; un día os tractores van a entrar en San Caetano e levalos por diante…”. Luego, retiró el exabrupto del acta a petición de la Mesa y matizó que esperaba verlos “desalojados por la fuerza de los votos”.

Pachi fue incapaz de darle un solo aplauso, uno solo, a Beiras, quien le agradeció el feo con un contundente: “Grazas, Pachi”. A partir un piñón. Más descolocado y solo que la presidenta Rojo, Pachi Vázquez estuvo agresivo en el gesto y en la forma, en contraste con la contención y seriedad de Jorquera. La escaramuza demostró la fragilidad de la oposición: una alianza en la que no hay generosidad ni siquiera para un aplauso de cortesía, tiene las alas muy cortas. Es impensable que PSdeG, AGE y BNG sean capaces de pactar una enmienda conjunta a los presupuestos, por mucho que los tres grupos se escandalicen con argumentos similares. El discurso parece coincidir, pero el lenguaje corporal les traiciona: hay división de la izquierda para rato.

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