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Cómo distinguir las dictaduras buenas de las malas…

No soporto un solo minuto más toda esta hipocresía y toda esta mentira organizada que clasifica a los países (que no a sus gobiernos corruptos ni a sus pueblos masacrados) en buenos y malos, según el guión escrito de antemano por quien se mueve en la sombra y pone los pies sobre la mesa de Bush o las pezuñas sobre el tablero de la política internacional.

Ahora, porque interesa atacar a Podemos o al sursum corda, el «eje del mal» está formado por Cuba y Venezuela, asociados en las lenguas cómplices a Corea, Irán, Siria, el terrorismo yihadista, y a Grecia, que es lo peor de lo peor. Por el contrario, el «eje del bien», los espejos inmaculados en los que debemos mirarnos, son Alemania, Colombia, Méjico, Qatar, Arabia Saudí y algún otro gobierno desquiciado, cuyos emires y presidentes se pasean por Moncloa y por Marbella, e igual compran un club de fútbol que un periódico global.

No tengo nada contra Colombia (ni contra ningún otro país: todos me parecen maravillosos, “el mundo es ancho y ajeno”, decía el novelista peruano Ciro Alegría). Toda mi simpatía, admiración y respeto por Colombia y el pueblo colombiano, por Venezuela y los venezolanos, y por nuestra querida Cuba y los hermanos cubanos, cuya vida hemos embargado durante cincuenta inútiles y estúpidos años.

Tengo, sin embargo, graves acusaciones contra los gobiernos manchados en sangre de Colombia, Venezuela, Cuba, México, Qatar, Arabia Saudí y una ominosa lista de violadores de los derechos humanos. Acusaciones sostenidas en los informes de la ONU, de Amnistía Internacional o de Reporteros sin Fronteras. Todos los citados están en la zona roja según RSF [Libertad de prensa en 2015: Colombia, puesto 128; México, 148; Arabia Saudí, 164; etc.].

Los Presidentes de México o de Colombia (que ayer visitó Moncloa del ganchete de Rajoy, como antes Gadafi y Hugo Chávez se hacían selfies con Aznar) presiden gobiernos que vulneran sistemáticamente los derechos humanos; pero eso no importa al presidente de Galicia, Núñez Feijóo, que acaba de regresar de una visita oficial, ni a Rajoy, que se abraza con el presidente corrupto y bendice sus negociaciones con terroristas confesos, mientras aquí torpedea los caminos a la paz. Dios los cría y ellos se abrazan y se venden armas.

Más vale AVE a la Meca en mano que millones de ciudadanos saudíes o mejicanos secuestrados. Aznar vendió armas a Gadafi y a Hugo Chávez, ¡con Miguel Blesa de intermediario!; también lo hizo el progresista Zapatero, que acaba de ascender a la categoría de Jarrón Chino Lobbysta; y el Gobierno de Rajoy vende a Maduro, ¡ese demonio!, fragatas o equipos antidisturbios para dispersar a los opositores venezolanos. Como dijo nuestro ministro de Guerra, Morenés: “Hugo Chávez es un gran amigo de España”.

El gobierno de España ha triplicado la venta de armas a dictaduras asesinas (“Las petromonarquías han multiplicado por 30 la compra de armas españolas”), a gobiernos denunciados por la ONU como parte de un eje del mal real. Arabia Saudí, Bahrein y Colombia lideran la lista de nuestros mejores clientes de armas, aunque la Ley 53/2007 lo prohíbe expresamente, pero ¿qué tontería es esa de cumplir la ley? Eso solo es para los malditos separatistas catalanes. ¡Bienvenido a la caja B de la Moncloa, señor Santos!

@ValentinCarrera
Mapa: La libertad de prensa en 2014, Reporteros sin fronteras
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