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¿Qué más tiene que ocurrir todavía en España para que veamos a uno solo de estos banqueros-ladrones en la cárcel?

Una perversión terrible de la realidad consiste en no llamar a las cosas por su nombre: perdedores a los perdedores, mafiosos a los mafiosos y ladrones a los ladrones, aunque sean de guante blanco. Hace poco un juzgado de Ferrol condenó a Javier G. G. a dos años de cárcel por entrar en un piso y llevarse dos mil euros y unas gafas de sol. Las prisiones españolas están llenas de rateros como Javier G. G., condenados a entre uno y tres años de cárcel por delitos de robo, art. 237 del Código Penal, siendo agravante el uso de llaves falsas, inutilizar una alarma… para más detalles, consulten la Wikipedia, sección Chorizos, patrocinada por Bankia.

Hay una larga lista de delitos tipificados contra la propiedad, asi que ¡pobre del que estafe a una viuda con el tocomocho! Sin embargo, el Fiscal de la Audiencia Nacional no ha encontrado todavía en ese mismo Código Penal los años de cárcel que corresponden a un delito de robo, estafa, apropiación indebida, alzamiento de bienes de tus acreedores, o lo que sea, consistente en levantar diez millones de euros de una caja de ahorros por la cara. Eso es lo que han hecho cinco ciudadanos, sorprendentemente todavía en libertad, imputados ante el Juzgado Central de Instrucción nº 2 de la Audiencia Nacional por haber vaciado hacia sus bolsillos particulares una parte sustanciosa de los ahorros que miles de gallegos habían depositado en Caixanova, luego Novacaixagalicia.
Si llamamos a las cosas por su nombre, para no pervertir la realidad y acabar desorientados, los señores Gayoso, Pego, Gorriarán, Estrada y Paredes -defendidos por los bufetes más ¿prestigiosos? y caros del país- son cinco presuntos ladrones de guante blanco sobre los que pesan, transcribo literalmente el reciente Auto del juez Moreno, “indicios suficientes de responsabilidad criminal”.

Robo con escalamiento
Estos cinco máximos gestores de Caixanova se valieron de sus cargos, vuelvo a citar el Auto, “en su propio beneficio y para asegurar sus intereses personales”. Hay agravantes que no figuran en nuestro obsoleto Código Penal, pero el robo lo cometieron, igual que el raterillo de Ferrol, con escalamiento: treparon y treparon hasta encaramarse en la cúpula de la entidad. Lo hicieron “con deslealtad hacia el Consejo de Administración”, también en palabras del Fiscal. No hubo ganzúas ni pata de cabra, pero ¿qué mejor llave falsa que el abuso de confianza? Engañaron al Consejo de Administración, ocultaron al Banco de España los contratos amañados todo el tiempo que pudieron y, mientras estaban tan atareados en llenarse los bolsillos, la entidad se fue al garete y cuarenta mil familias modestas perdieron todos sus ahorros.
Tantas y tales son las pruebas contundentes, que el Fiscal solicitó y el Juez acordó el lunes pasado una fianza cautelar de diez millones de euros para asegurar futuras responsabilidades. ¿Y la cárcel? ¿Qué es lo que aprecian a diario jueces y fiscales en un ratero de poca monta como Javier G. G., para enviarlo dos años a prisión por pillar dos mil euros y unas gafas de sol y no lo ven en estos cinco ilustres imputados?
Quitar el bolso a una señora de un tirón es considerado robo con violencia, ¿qué clase de violencia moral han practicado estos presuntos ladrones de bancos parapetados en sus mesas de despacho para dar “El golpe”, blindados por contratos viciados y radicalmente nulos? ¿Qué más tiene que ocurrir todavía en España para que veamos a uno solo de estos banqueros en la cárcel?

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