Hace pocos días nos reunimos los Viaxeiros y Viaxeiras para celebrar nuestro treinta aniversario con una excursión al «Templo de Baco», metáfora que Enrique Gil y Carrasco emplea para designar el Castro de la Ventosa o Castro Bergidum, la huella más importante de la romanización en El Bierzo.
Desde Cacabelos, subimos a pie por entre las viñas, en una mañana de otoño luminosa, limpia, cálida, amorosa, comiendo gajos de uva al rebusco, oliendo membrillos y madroños, robando manzanas prohibidas. Caminábamos felices: los amigos y amigas se reían, desconfiando que allá arriba hubiera murallas tan anchas como las de Lugo. La sorpresa de ver y tocar aquellos cantos y lajas colocadas en el siglo II, y la vista de los cuatro puntos cardinales que nos regala Bergidum, compensó el resuello perdido cuesta arriba. Ya en lo alto de la Corona, nos abrazamos —como escribe Gil— “en este maravilloso mirador donde nuestro silencio habló más que nuestras palabras”.
Seguir leyendo en La Nueva Crónica.